La Línea de Fuego

Esto sí es poesía: ‘Patios interiores’, Laura Estrada

imagen libro patios interiores esto sí es poesía

¿Qué es poesía?, dices mientras clavas

en mi pupila tu pupila azul.

¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?

Poesía… eres tú.

Esta aparente sencilla poesía de Bécquer encierra, en realidad, una pregunta muy compleja que todavía hoy no tiene una respuesta unánime por parte de los estudiosos de la lengua. Desde Aristóteles a Chomsky, pasando por Batjín, el estudio y delimitación de los géneros literarios ha sido siempre un tema espinoso.

He estudiado poesía en la carrera, tanto sus definiciones formales, como las obras de diferentes creadores y creadoras… y no podría elegir una definición que me satisfaga al 100%.

Quizás esto se deba a que yo creo firmemente por una cuestión, sobre todo, de experiencia vital, que no todo el mundo puede hacer arte.

Meritocracia, la gran falacia

¡Qué bonito suena eso de la meritocracia! ¡Qué bella utopía! Y digo utopía porque sabemos bien que no son los mejores los que triunfan, sino los que tienen más medios y privilegios. 

Para hacer “arte” se necesita tiempo, recursos, la habitación propia y las 500 libras anuales de las que hablaba Virginia Woolf… y mucho más. Crear cuando tienes un trabajo precario en el que te pasas más de ocho horas, o hijos y una casa que atender, etc, es, cuanto menos, complicado. 

Antonio J. Rodríguez cuenta en La nueva masculinidad de siempre que García Márquez se encerró durante meses para escribir Cien años de soledad y no ganaba ni un centavo. «Ni siquiera sé cómo hizo Mercedes para que no faltara ni un día la comida en casa», admitió. Sofia Tolstaia, casada con el novelista ruso Lev Tolstoi, se encargaba del trabajo de edición, traducción, marketing, llevaba la hacienda familiar, cuidaba a los hijos y un largo etcétera. 

Así que está claro que ser un “genio” es más fácil si tienes detrás a alguien (normalmente una mujer) que se encarga de que tengas todas tus necesidades cubiertas. 

Y aún así, para mí, los medios, los recursos, el trabajo, el esfuerzo y la dedicación no son suficientes. Hace falta algo más, ese je ne sais quoi, duende, ángel…llámalo cómo quieras. 

Esto no solo lo siento cuando leo, sino también cuando observo a una bailarina técnicamente perfecta, pero que no me transmite nada; o, por el contrario, a un bailarín que sé que tiene defectos, pero consigue que se me pongan los pelos de punta. 

A veces, técnica y sentimiento se unen y podemos disfrutar de cuadros como los de Georgia O’Keeffe o interpretaciones como las de la bailarina Tamara Rojo. Por lo tanto, creo yo, el esfuerzo, el trabajo y la dedicación son imprescindibles para pulir un diamante, pero por mucho que nos esforcemos, si el diamante es, en realidad, un trozo de granito, no conseguiremos que deslumbre.

Si todo es poesía, nada es poesía

Y aunque me cueste elegir una definición de poesía, tengo muy claro que no todo es poesía. Poesía no es darle al enter. No es juntar varias frases de tazas de Mr. Wonderful o galletas de la fortuna y ponerlas una detrás de otra para formar algo que, en estructura, se parece a la poesía.

Igual se os enciende una alarma con esto que acabo de decir. ¿Esta que escribe será la típica que piensa que la poesía tiene que ser rimada y obedecer a una estructura concreta que esté dentro del canon? No. En absoluto. El canon es eurocéntrico, cisheteropatriarcal, blanco y elitista. Prefiero lo que sale de los márgenes de ese canon… y por eso me ha encantado encontrarme con Patios interiores de Laura Estrada.

En cuanto leí dos o tres de sus poemas pensé: «esto sí que es poesía». Con versificación irregular y carente de rima (con alguna excepción), encuentro en sus versos ritmo orgánico, coherencia, y un mundo propio que expresa a través, sobre todo, de la casa y el cuerpo. 

Sus versos te remueven, incluso cuando no los terminas de entender. Para mis ojos poco entrenados no se ve a primera vista, pero estoy segura de que si hiciera un análisis rítmico minucioso de los acentos en algunas de las poesías se podría llegar a alguna conclusión. Porque funciona. Porque resuena. Porque da gusto leerlos en voz alta. Porque tienen poso. Porque son poesía. 

Conversación con la autora

Tuve la suerte de conversar con Laura por teléfono. Durante esa conversación, que para mí fue muy enriquecedora, le planteé, no sin cierto temor a no ser entendida, el tema con el que abro este artículo.

Hablamos de la poesía “mala”, de esa que yo llamo la poesía del enter. Ella profundiza en el asunto señalando que hay un problema social subyacente porque el lector/ consumidor se identifica con ese tipo de poesía y con el amor y sentimientos que representa

En nuestra charla no alabamos el elitismo cultural, sino todo lo contrario. Cada vez son más las voces de los márgenes que llegan a las estanterías o dispositivos electrónicos de los lectores; pero estamos convencidas de que bajar la literatura de ese podio en el que lleva siglos, no está reñido con hacer literatura de calidad. Es más, incluso si hablamos de puro entretenimiento, en cualquier formato, los consumidores debemos reclamar el derecho a recibir entretenimiento de calidad. 

Crear puentes a través de la escritura

“Quiero que mi poesía/escritura llegue a mi amiga la que nunca se lee un libro”, dice Laura Estrada y yo asiento al otro lado del teléfono porque ese es, precisamente, mi mayor objetivo cada vez que escribo: llegar al otro lado, conseguir hacer bien esa gran tarea que es comunicar y que no tiene ningún sentido si el emisor no tiene en cuenta a sus receptores. 

Cuando me llegó Patios interiores lo primero que pensé fue: ¡qué bonito! y con un rápido vistazo pude sentir que había mucho amor y trabajo detrás de este proyecto

Laura me confirmó que el libro, y su coherencia, son producto de un trabajo editorial en equipo. Graviola, pequeño sello independiente, se encargó de todo el proceso de edición, consiguiendo que la armonía estética prevaleciera en todos los niveles. 

La autora escribe, también, con el propósito de crear puentes. Uno de esos puentes lo creó Laura al elegir a Chimuela, una joven peruana afincada en Sevilla, para ilustrar el poemario. ¿El resultado? Una auténtica joya de libro.

La importancia de los referentes

Muchas de las poesías empiezan con una cita de escritoras y poetas. Le digo a Laura que me gustó este detalle y me responde que ella cree que es necesario ser honestas con la forma de crear: «ir de frente con los referentes, no tener pudor al reconocerlos». Ese homenaje a estas escritoras refleja, para ella, sus ganas de ser honesta consigo misma. 

Su poesía es, también, una oda a lo cotidiano. Al leer a Laura pienso en otra obra que me enamoró: Listas, guapas, limpias de Anna Pacheco; pienso también en Carmen Martín Gaite, Edna O’Brien, Sylvia Plath o Siri Hustvedt. Escritoras muy diferentes, de diferentes épocas también, pero que consiguen poner en valor aquello que otros muchos pasan por alto: las pequeñas cosas y los sentires del día a día. 

La presencia espectral de la casa en Patios interiores

La casa como ente, como espectro con vida propia, está presente en los poemas de Patios interiores. Esa casa viva, que respira, me recuerda a la casa de los Buendía en Cien años de soledad. La relación casa-cuerpo- mente palpable en la obra de Estrada, es similar a la que tenía Úrsula Buendía con su propia casa, que evoluciona de forma paralela al personaje a lo largo de toda la obra de García Márquez. Al fin y al cabo, Cien años de soledad es una obra del caribe, con sus casas abiertas y sus patios que sirven de refugio ante el omnipresente calor.

Laura Estrada nos abre las puertas a su memoria emocional, nos lleva de paseo por su experiencia vital y nos acompaña en el housetour de las muchas casas que ha habitado, demasiadas según sus propias palabras. La poeta admite que quizá esta inestabilidad, la carencia de un referente fijo de hogar, es la que hace que la casa esté tan presente en su obra.

Patios interiores es una de esos poemarios que da gusto saborear. Cuando vuelva a él en el futuro, hallaré en sus versos distintas respuestas según el momento vital en el que me encuentre. Algunos los leeré en voz alta, quizá para mí, quizá para otra persona. Otros los subrayaré hasta la saciedad, amarrándone a ellos como a un salvavidas. Y a otros volveré por puro hedonismo, por el inmenso placer que siento al leer algo bien escrito. Pero tengo claro que volveré porque este poemario se ha convertido ya en parte de mi hogar: Patios interiores es “casa”.