La Línea de Fuego

¿Por qué siempre nos olvidamos de El libro de la fiebre?

Carmen Martín Gaite

Hace unos días #CarmenMartinGaite se convirtió en trending topic gracias al documental La reina de las nieves que Imprescindibles TVE emitió en La 2. Viendo el alcance que obtuvo, está claro que no fui la única poseída por el martingaitinismo que se sentó delante de la pantalla para disfrutar de este homenaje. 

El programa acabó y yo no pude evitar quedarme algo fría. No habían mencionado un acontecimiento que me parece de especial importancia si se va a estudiar la vida y obra de la gran Carmiña: El libro de la fiebre. La primera novela que escribió la autora salmantina, en 1949. Sin embargo, este libro permaneció en un cajón hasta que su hermana, Ana María Martín Gaite, lo publicase en 2007, cuando Gaite ya nos había dejado. 

Ferlosio sobre El libro de la fiebre: «no vale nada»

El libro de la fiebre es una obra inconclusa que Carmiña escribió tras sufrir la fiebre tifoidea que casi acaba con ella. En esta novela, la autora explora los límites de lo real, lo onírico. Se centra, como bien dice Maria Vittoria Calvi en la nota a la edición de Siruela, en el “estado corpóreo” de la fiebre: “ese estado que altera la conciencia y potencia la experiencia onírica y el pensamiento por imágenes”

En el mismo prólogo, Calvi nos dice que la obra quedó sin terminar por la “relación conflictiva” que la autora tenía con la obra. ¿Por qué ese conflicto? Pues, como bien cuenta José Teruel Benavente en el prólogo a las obras completas de Gaite editado por El Círculo de Lectores, cuando Carmiña terminó el borrador de esta obra se lo enseñó a Rafael Sánchez Ferlosio, conocido escritor y su marido entre 1953 y 1970. Entonces, esta novela se encontró con la “cortante opinión de su primer lector”, según afirma Teruel. 

“Estaba muy entusiasmada y me parecía muy bonito, pero Rafael Sánchez Ferlosio, a quién se lo enseñé pocos meses después, cuando lo volví a ver en Madrid, me dijo que no valía nada, que resultaba vago y caótico, así que sólo llegue a publicar unos fragmentos en La hora, me parece.”

Cita de Carmen Martín Gaite recogida por José Teruel Benavente en el prólogo ya mencionado.

No puedo evitar preguntarme si esa relación tan conflictiva de Carmiña con su primera novela hubiera sido distinta si el hombre al que amaba y admiraba hubiera emitido una crítica constructiva. Una opinión que no la desestimara sin más. Una opinión que no contuviera expresiones que se clavan muy adentro, como ese: “no valía nada”.

Gracias al feminismo, hoy sabemos que a las mujeres se nos exige el doble que a los hombres en puestos de poder o en creaciones artísticas. Nuestras obras deben ser el doble de buenas para que sean valoradas igual que las suyas. Me pregunto si una obra de este calibre surrealista, que distaba tanto de la corriente realista literaria que triunfaba por aquel entonces, la hubiera escrito alguno de los amigos literatos de Ferlosio, en vez de haberla escrito Gaite, ¿habría sido entonces un valiente que se atreve a salirse del canon? ¿Cuánta confianza en una misma hay que tener para aceptar una crítica así, encerrar tu creación y volver a intentarlo? 

El libro de la fiebre

Volviendo ahora al Imprescindibles con el que se abre el texto, en el programa nos cuentan que Carmen Martín Gaite ganó el Premio Nadal con su primera novela publicada, Entre visillos. Premio al que se presentó sin contárselo a Ferlosio. En el documental, se cuenta esta anécdota justificándola con que Ferlosio lo había ganado unos años antes y Gaite solo quiso probar suerte. Teniendo en cuenta la dura crítica que Ferlosio ejecutó sobre El libro de la fiebre, ¿cómo iba Gaite a confiarle otra de sus obras? ¿Cómo iba a decirle que se presentaba a un premio que él ya había ganado? Gaite trazó su confianza separada de la de su marido. Me gusta pensar que esta fue la forma que ella tuvo de mantener su confianza a salvo, esconderla de la crítica de Ferlosio. Me entristece que una escritora tenga que actuar así con la persona que debería apoyarla incondicionalmente. Me entristece que este caso no sea una excepción. Me entristece pensar en cuántas mujeres habrán desistido de su escritura por recibir malas críticas de sus compañeros sentimentales. 

La obra completa de Gaite «ordena los hilos sueltos de este manuscrito inconcluso»

Quiero criticar también aquí la pésima decisión que tomó Ferlosio, pues, con los años, El libro de la fiebre se ha erigido como lo que es: una obra visionaria. Visionaria, como explica Calvi, porque es capaz de anticipar toda la obra de Gaite. Leyéndolo ahora, conociendo todo lo que se escribió después, podemos ver a la Carmiña que nos conquistó a todas en estas páginas: “la obra entera de la autora ordena los hilos sueltos de este manuscrito inconcluso”. Según Teruel, en El libro de la fiebre “está el germen de su proyecto literario: la conciencia formal del difícil rescate del tiempo ido y la necesidad de dejar constancia de su paso inadvertido, aún conociendo de antemano la imposibilidad narrativa de narrarlo.”

Carmen Martín Gaite

Esto es porque, en esta primera obra de Gaite veremos muchos temas que van a poblar toda su escritura. Uno de ellos es el uso de la ventana: “espacio liminar por excelencia que enlaza el mundo interior con el mundo exterior, correlato objetivo del punto de vista, lugar del deseo donde el yo proyecta hacia los espacios virtuales”, en palabras de Calvi. La ventana tiene una gran importancia en esta obra, nos muestra el mundo exterior donde ocurre la vida mientras el cuerpo de la protagonista está sufriendo la enfermedad. En cuanto se mejora un poco, se entretiene mirando por la ventana. La ventana, además, es como un personaje más de esa novela tan famosa, Entre visillos, en la que se cuenta la vida de unas jóvenes de provincias que viven mirando el exterior por la ventana. 

Además, encontramos también en este primer manuscrito “su personalísima modalidad de escritura del yo, en continúa búsqueda del interlocutor”, explica Calvi. Gaite siempre decía que le gustaba que sus personajes hablasen y es así como llegamos a conocerlos siempre. Calvi nos dice que para Gaite la subjetividad está localizada en un cuerpo y nos recuerda que a la escritora salmantina le gustaba definir la identidad del yo situándose y dialogando. Este hilo me lleva a la obra Irse de casa, una especie de odisea donde la protagonista deja Nueva York para volver a la ciudad de provincias en la que creció. Allí, llegamos a conocerla solo por lo que los demás cuentan de ella o por lo que ella misma habla con los fantasmas de su pasado. Carmiña construye sus identidades mientras busca a ese interlocutor que todas necesitamos. 

El cuarto de atrás y la metaliteratura febril

La metaliteratura ocupa en El libro de la fiebre un lugar central. Según va narrando sus fiebres, Gaite nos cuenta que apunta sus pensamientos en trozos de sobres que encuentra cerca de la cama, siente que tiene que apuntarlo todo corriendo, donde sea, antes de que se le olvide. Esto nos lleva a la que podría ser su obra cumbre, aquella por la que recibió el Premio Nacional de Narrativa en 1978, El cuarto de atrás. En esta obra, la protagonista está en casa y recibe la visita de un misterioso hombre de negro con el que charla sobre literatura y, en esa charla, se van desdibujando los límites entre realidad, sueño y recuerdo. Me atrevería a decir que esta obra es una especie de El libro de la fiebre pasado por el tamiz de la experiencia de una escritora que ya tiene labrado un camino. Las similitudes son más que evidentes, en el primero tenemos al hombre de negro y en el segundo a Jacopone, el fraile italiano que conversa con la febril Gaite.

“Grande fue mi emoción cuando, entre las páginas del manuscrito, encontré uno de esos ‘trozos de sobres’ en los que, según nos dice, la narradora de El libro de la fiebre empezó a escribir su texto, ‘con un lápiz chiquitajo que había en la mesilla y que guardé cuidadosamente entre las sábanas‘: iconos de lo fragmentario, objetos de frontera que abren brechas en lo cotidiano, puertas de acceso a la ficción, como la cajita dorada de El cuarto de atrás” nos dice Calvi en el prólogo. 

Es una suerte para todas las lectoras de Gaite que su hermana, Ana Maria, decidiera publicar esta joya que permaneció manuscrita en un cajón durante muchísimos años. Es una delicia para la lectora que conoce la obra de Carmiña sumergirse en esta primera novela. Es nuestro deber darle la relevancia que merece y señalar qué fue lo que pasó con ella. Es una manera de honrar la memoria de Carmen Martín Gaite y, también, de seguir leyéndola, que es, sin duda, por lo que tú, querida lectora, has llegado hasta el final de este artículo escrito desde las entrañas. Leamos a Gaite.