La Línea de Fuego

Harvey: a propósito de los violadores

Harvey, Emma Cline

Emma Cline, la reina millenial de las letras norteamericanas, ha escrito Harvey (Ed. Anagrama), una breve novela en la que narra las horas antes de que se emita el veredicto del ‘caso Weinstein’. Este caso levantó una ola feminista conocida como #metoo. A través de este hastag, miles de mujeres en todo el mundo compartieron los abusos sexuales que habían sufrido. En este caso concreto, una docena de mujeres denunciaron a Harvey Weinstein por acoso sexual, agresión sexual y violación. Cerca de 80 confirmaron que habían sufrido experiencias similares a manos de Weinstein. El 24 de febrero de 2020 el jurado declaró a Harvey Weinstein culpable de violación en tercer grado, pero le absolvió del resto de delitos. 

Cline bebe del #metoo en esta obra, pero nos lo cuenta desde el punto de vista opuesto. En vez de indagar en el dolor o en los testimonios de las víctimas, como sí hace en Las chicas, prefiere que nos adentremos en la cabeza del violador. Emma Cline utiliza su talento natural para que acompañemos a su Harvey en las horas previas a que se emita el veredicto.

La autora nos muestra a un Harvey totalmente ordinario, en el más estricto sentido de la palabra: que es común y corriente o sucede habitualmente. Harvey es ordinario como lo son todos los hombres que violan a mujeres: no son monstruos, ni están locos, son hombres perfectamente educados en el patriarcado. “Yo no soy un monstruo” afirma el protagonista hacia el final de la obra. Cline dibuja con sus palabras el retrato de uno de los grandes depredadores sexuales de nuestra época. Este particular Harvey busca declarar su normalidad. Con este ejercicio de simplicidad, la escritora nos muestra que cualquier hombre puede ser un violador. Cualquier hombre en una situación de poder, fama y privilegio económico puede ser Harvey.

Harvey se pasa la novela buscando señales de su absolución, algún comentario de apoyo entre los cientos de odio que hay en las noticias sobre su caso. También planea rodajes futuros y se obsesiona con Don DeLillo, a quien cree ver en el vecindario. Harvey no se siente culpable, no se piensa culpable, no se percibe culpable, total, él no ha tenido sexo anal con una menor de 13 años, como sí hizo Polansky, él solo ha tenido sexo con distintas mujeres que trabajaban para él. Nada más. 

En la novela, también vemos el trabajo que hacen los abogados para hacer que Harvey parezca patético, alguien incapaz de violar a nadie: “querían que todo el mundo sintiera lástima por él”, afirma el protagonista. Harvey admite que parecer patético en público es algo que le cuesta, sin embargo, es algo que le sale natural cuando está a solas con mujeres:

“Era, suponía, lo que solía hacer en privado con bastante facilidad: mi madre ha muerto hoy, decía, mientras veía cómo cambiaba la cara de la chica. Estoy tan solo, siéntate conmigo un minuto, túmbate aquí conmigo. Dando palmaditas en la cama del hotel, una y otra vez. Agarrándola de la muñeca con la cara contraída en una mueca de pena: venga, decía, venga. Sé buena chica, no seas rancia. Te he hecho un masaje. Ahora me puedes hacer tú uno a mí. Es lo justo.”

Harvey, Emma Cline

Cline consigue captar en este párrafo un mecanismo clásico de los abusadores: mostrarse vulnerables delante de las mujeres, dar pena, hacer que sientan lástima, pero también que se sientan en deuda con ellos. Algo que también narra Nevenka Fernández en el documental que Netflix acaba de estrenar sobre su caso, el primero en el que un político español fue condenado por acoso sexual. Nevenka Fernández fue una concejala del Ayuntamiento de Ponferrada que sufrió acoso sexual por su alcalde y jefe directo, Ismael Álvarez. En el documental, Nevenka nos cuenta cómo sentía pena porque Ismael acababa de perder a su esposa. Él, además, utilizaba esa pena para chantajear a Nevenka, la convencía para dormir juntos e intentaba presionarla para tener sexo con él. 

Nevenka, fotograma de Netflix

Otro rasgo común entre los abusadores suele ser la situación de poder que ostentan en relación con las mujeres a las que violentan. Son jefes o personas influyentes en el ámbito laboral de estas mujeres. El Harvey de Cline pasa esto por alto totalmente, sin embargo, a lo largo de la novela vemos cómo ejerce ese poder sobre quien tiene oportunidad de hacerlo. Desde la enfermera Anastasia, su asistente Nancy e incluso sobre el doctor o el mayordomo de su casa: “Nadie quería reconocer lo débil, lo fácil de doblegar que era. Mucho mejor fingir que estabas de acuerdo, salvar la cara, incluso ante ti mismo”.

Este mecanismo de “fingir” del que habla el protagonista, es más un modo de autodefensa para esas mujeres que han sido violentadas. Asumir un abuso sexual, una agresión sexual o una violación es un acto tremendamente doloroso y complicado debido a todo el estigma de culpa que aún cargan las mujeres que han sufrido estas violencias. Sin embargo, vemos cómo el Harvey de Cline justifica este mecanismo como un rasgo de debilidad. 

Resulta muy interesante cómo explica este Harvey ese mecanismo de convencer a las mujeres, ese método perverso que utiliza para que acaben accediendo a lo que él quiere. Consintiendo abusos por miedo a las represalias, por haber llegado tan lejos que creen que ya no pueden decir no: 

“Se trataba un poco de crear un estado de trance en el que se repetía un sinfín de veces que la tenía hechizada, en el que insistía una y otra vez en la inevitabilidad de lo que iba a suceder. Y, al final, la otra persona no podía hacer nada más que ocupar la realidad que él había creado.”

Harvey, Emma Cline

En el ya citado documental de Nevenka escuchamos un testimonio demoledor en el que ella cuenta entre lágrimas que se sentía incapaz de moverse de la cama mientras Ismael Álvarez se masturbaba a su lado. La inevitabilidad de que suceda lo que ellos han creado, como dice nuestro Harvey. 

American Bitch, Girls. Fotograma de HBO

Cline consigue con esta obra seguir la estela de todas esas mujeres que han denunciado los abusos sexuales. Mientras leía estas páginas, venía a mi cabeza el capítulo American Bitch de la premiada serie Girls. En él, Lena Dunham nos retrata como un escritor admirado puede utilizar su poder para abusar sexualmente de “fans”. El capítulo nos lleva a la casa de este hombre que afirma estar sufriendo una trampa de unas chicas que solo querían “sacar tajada” de haber tenido sexo con él. El hombre llega a darnos pena, como el Harvey de Cline, toma pastillas para dormir y está muy solo. Es así como consigue que Hannah, protagonista de Girls, acabe tocándole el pene. Él no hace más que sacarlo. No utiliza la violencia física, pero hay mucha violencia simbólica detrás de esta escena. 

Cline nos narra la misma violencia simbólica que hace que un hombre de poder haya abusado y violado a casi un centenar de mujeres y, sin embargo, él no se sienta culpable, no perciba esa violencia que ha ejercido. Él está convencido de que no es un monstruo, pero sí, Harvey Weinstem es un depredador sexual y Emma Cline ha escrito una obra maestra en la que permite a los lectores bucear en la mente de un violador.