La Línea de Fuego

Cuestión de talla

“La moda está cambiando”, sostenían en el programa de la semana pasada de Maestros de la Costura. El formato de Masterchef llevado al mundo de la alta costura, con Lorenzo Caprile, María Escoté y Palomo Spain como jurados. Lo decían a colación de la última prueba del programa, en la que los aspirantes a ganadores tenían como objetivo hacer ropa a medida para modelos que, según los miembros del jurado, se salían de la norma. Coger medidas y confeccionar prendas que favoreciesen las modelos, ocultando sus partes menos destacables.

Desfilan las cinco chicas para que los concursantes las conozcan. Ninguna tiene más de una talla 42, me figuro. Altísimas, con las curvas donde el patriarcado permite tenerlas. Ni barriga ni brazos colganderos. Aun así, todas lucen ropa que podría ponerse mi abuela. Trajes de pantalón y chaqueta amplios y largos. Que tapen bien las vergüenzas. El culo y los brazos. Tan solo una de las chicas lleva un vestido tímidamente por encima del tobillo.

Todos en plató aplauden. “La moda está cambiando, como debe ser”. “Antes todo eran tallas 36”. Todos están muy contentos de comprobar que existen tallas más allá de las modelos de Victoria Secret’s. Todos alaban a estas modelos con curvas. Creedme que yo también me alegro de que haya tallas más allá de las modelos canónicas de pasarela. De que haya una intención por representar todos los tipos de cuerpos. También en la televisión pública. Pero esta selección de modelos deja bastante que desear en el ámbito de la diversidad corporal.

La intención es buena, pero el mensaje se queda ahí. En una talla 42. Que ya es una talla especial y que se sale de la norma. Una talla grande. Eso teniendo en cuenta que el cuerpo esté proporcionado de la manera en la que «debe estar» y que midas más de un metro sesenta y cinco. Que las curvas estén donde el patriarcado les permite estar.

Un mensaje body positive que se queda pequeño

¿Dónde quedamos las demás? ¿Qué pasa si en lugar de una talla 42 usas una 48? ¿Y una 54? ¿Y si mides un metro cincuenta escaso? ¿Y si, pese a medir un metro sesenta y usar una 48 quieres lucir, de verdad, tu cuerpo? ¿Qué pasaría si una chica de metro sesenta y cien kilos saliese con un vestido mini o en bikini en televisión?

Queriendo incurrir en un mensaje de body positive también se hace daño. Vamos progresando, sí. Pero a pasitos tan pequeños que todavía se hacen asfixiantes. La gordofobia se disfraza a menudo de ese body positivismo tóxico que poco favor nos hace. Se diluye la lucha por la aceptación de los distintos cuerpos en un rancio «si quieres, puedes», «quiérete, ¿quién te lo impide?».

La respuesta es rápida: la sociedad. Poco a poco vemos diversidad de cuerpos. Cánones que pasan de una talla 36 a una 42, pero que siguen estableciendo límites. Porque, sorpresa, ser gorda sigue siendo prácticamente inaceptable. Excepto si eres Tara Lynn o Ashely Graham (diosas, por otra parte). E incluso así las críticas por su cuerpo se reciben a diario.

¿Está la moda cambiando realmente?

Hace unas semanas fui de tiendas a comprar vaqueros. Normalmente solo me entran los de la tienda en la que trabajo y una conocida página web de ropa, pero quise probar suerte porque alguien me había dicho que había encontrado una talla XL en alguna tienda de Inditext y alrededores. Así que allá fui. SPOILER ALERT: los vaqueros no pasan de la talla 44. Mi culo, que oscila entre la 46 y la 48, no tiene cabida en casi ninguna tienda. ¿Realmente la moda está cambiando?

Me hago esa pregunta cada vez que piso una tienda. Y trabajo en una de ellas. Veo esas tallas grandes con vergüenza. Las miro y las mido. Me decepciono cada vez que recibimos una nueva prenda y compruebo que ya no llega el tallaje 2XL y que a veces incluso suprimen la talla XL (sobre todo en la lencería, parecer ser que las gordas no usamos tanga).

Y sí, también me lo pregunto cada vez que veo una modelo curvy que no es gorda. Bajo la palabra curvy y el concepto body positive también se esconde mucha gordofobia. Aunque sean conceptos creados para abarcar todo tipo de cuerpos, con la intención de diversificar la aceptación corporal, de mostrar a a las «mujeres reales» (¿cuál no lo es?), están acabando por ser un instrumento más para medir el canon de belleza.

El mito de la belleza está por caer pero, mientras tanto, el de la mujer-robot que quiere el patriarcado, como decía Naomi Wolf, solo se está ampliando.