La Línea de Fuego

A contrapelo: la feminidad será peluda

Portada de A contrapelo

A contrapelo. O por qué romper el círculo de depilación, sumisión y autoodio es el título del ensayo que Bel Olid publicó con la editorial Capitán Swing a finales del pasado 2020.

«Decidí no volver a depilarme» es la primera frase de A contrapelo. Este breve ensayo de Bed Olid es a su vez irreverente, íntimo y divulgativo, una lectura fresca acompañada de reflexiones interesantes. Olid combina a la perfección su experiencia personal e íntima, su propia relación con su vello corporal, con datos estadísticos e históricos sobre cómo ha cambiado la depilación los cuerpos femeninos.

Depilarse o no: una batalla simbólica

«Me sentía orgullosa de mi decisión y, a la vez, ridícula por la pequeñez innegable del gesto. Miles de mujeres todos los días luchando por causas nobles, nobilísimas, importantísimas, y yo orgullosa por enseñar unos cuantos pelos.» Esta autocrítica de la autora es legítima y entendible, parece una frivolidad luchar porque las mujeres podamos ser peludas. Sin embargo, esta lucha va mucho más allá, es una lucha directa por recuperar la libertad de los cuerpos femeninos. Es una lucha contra el canon que nos configura y constriñe en figuras de mujeres infantilizadas, sin vello corporal, eternas Lolitas dispuestas para la mirada patriarcal, masculina y heterosexual. Es, a fin de cuentas, una batalla en el terreno simbólico de la feminidad, en la definición de los deseos, es salirnos del canon de la deseabilidad masculina y heterosexual.

Batalla en la que no todas las mujeres podemos pelear en igualdad de condiciones. Como bien explica Olid en su ensayo, es fácil salir con las axilas sin depilar si encajas en todas las otras características de mujeres deseable. Sobre todo, es mucho más importante salirse del canon depilatorio si eres una mujer cis. Las mujeres trans ya viven expuestas a muchísimas más violencias que las cis, si, encima, osarán no depilarse, salirse del mandato femenino, se expondrían a una violencia mucho más directa, pues hay más facilidad a que alguien las reconozca como trans y sufran por ello un ataque directo al centro de su ser. Violencia simbólica sí, pero, también, violencia física para algunas compañeras.

Infantilizar a las mujeres, no dejar disfrutar de la infancia a las niñas

La depilación de los cuerpos femeninos ha comenzado a realizarse a una edad cada vez más temprana. Según datos que recoge Olid, la mayoría de las niñas empiezan a depilarse a los 13 años, aunque, en algunos casos la edad puede bajar hasta los 8/9 años.

Con este rito de paso las niñas empiezan a ser consideradas como mujeres. A su vez, las mujeres se depilan para encajar en el canon e infantilizan sus cuerpos. Es muy interesante como estudia Olid este doble mandato, el de hacer crecer a las niñas antes de tiempo y, a su vez, obligar a las mujeres a parecer eternamente jóvenes.

Resignificar la belleza

Aunque la reivindicación del vello femenino pueda parecer superficial, basta lanzarse un día a la calle sin depilar para sentir todo el peso de la violencia simbólica posado sobre el vello de tu cuerpo. Por no hablar del hecho de que para «sentirnos» bellas, hermosas y deseables tenemos interiorizado que debemos ir depiladas. Desde el porno hasta los anuncios de televisión o todas y cada una de las mujeres que vemos desnudas en los vestuarios de los gimnasios o en ficciones audiviosuales.

Resignificar la belleza es importante, entender que nuestros cuerpos no tienen porque ser bellos también. Huir del ideal de belleza y abrazar a nuestros cuerpos peludos como cuerpos, que nos mantienen con vida, que nos guian, que nos cuidan y a los que cuidamos puede ser muy liberador en un mundo de inamovibles mandatos estéticos.

Sororidad peluda

La delicadeza y sororidad con los que trata Bel Olid este tema merecen ser nombrados. La autora nos cuenta, desde su propia experiencia, cómo es fácil para ella salir sin depilar cuando no va arreglada, pero cómo le cuesta ponerse el traje de la feminidad (faldas o vestidos) y no arrancar los vellos de sus piernas. Olid reflexiona sobre nuestra capacidad de decisión a la hora de depilarnos, pero, a su vez, nos anima a todas las mujeres con ciertos privilegios a dejar de hacerlo para ir así abriendo camino a las siguientes generaciones. Mostrar cuerpos de mujeres sin depilar para que, poco a poco, se vayan normalizando y la decisión sobre depilarse pueda ser, cada vez, un poco más libre.

«Me he comprado un vestido nuevo. Es muy sencillo, de una tela fresca, suave sobre el vello suave de mi cuerpo. Enseña solo media pierna, me siento bien en él. Me lo pongo y me voy a pasear, decidida.»

Bed Olid. Fotografía de Cristina Candel.