La Línea de Fuego

París con nombre de mujer

La historia no suele hacer justicia al trabajo de las mujeres. Ellas suelen estar a la sombra de los hombres que fotografían, relatan y construyen historias. Nos cuesta tener referentes cuando no aparecemos en los libros de texto o no tenemos acceso fácil a conocer nuestra propia historia. Nadie duda que la historia de París durante los años 20 fue moderna, dinámica y vanguardista. Sin embargo, pocos saben que la vida parisina se generó al abrigo de muchas mujeres que crearon un movimiento testimonial que muchos no entendían.

Los amargos años de entreguerras revivieron el talento de muchas mujeres como Gertrude Stein, Djuna Barnes, Renée Vivien (escritoras norteamericanas), Romaine Brooks (pintoras),Gisèle Freund (fotógrafa) o Janet Flanner. Periodista, feminista, lesbiana y poliamorosa que cubrió los Juicios de Nuremberg, la revolución húngara o la independencia de Argelia. No creo que lo tuviese nada fácil.

Janet Flanner fue una periodista estadounidense, que firmaba con el pseudónimo Genet. Otro caso de injusticia histórica. En su biografía de Wikipedia, lo primero que aparece es que era lesbiana y que vivió una relación con Solita Solano. Una mujer que que abandonó la literatura para ser secretaria de la periodista.

Juntas y separadas, seguían siendo “Nip” y “Tuck”, como los dos personajes de la novela de Barnes Ladies Almanack. Vivieron un amor intermitente y poliamoroso durante 50 años. Algo que comenzó en los 20 y quedó eclipsado por el ruido de la urbe, las altas esferas y los círculos de intelectuales. 

 

Janet Flanner y Solita Solano, París 1922

 

Sus artículos en New Yorker todavía se pueden leer. Internet ha dado mucho e incluso ha sabido recuperar sus columnas “Cartas desde París” en las que relataba que París no son solo las historias de Hemingway, Fitzgerald o Dos Passos, sino la semilla de un movimiento feminista en la cuna del arte.

Lamentablemente, París no fue sinónimo de mujer. No es recordada por la efervescencia cultural del movimiento feminista que tejía cultura a través de las mujeres. Y, fueron otras ciudades quienes cogieron el testigo a pesar de hacerlo siempre con cobardía.

“Daría cuanto tengo, menos lo que París me dio, para volver a la ciudad tal como era entonces, por sentarme a la mesa del bistro, que apoyaba las patas de hierro en el serrín que soltaban las cestas de escargot”, escribió Djuna Barnes en artículo escrito durante la ocupación de la capital y dedicado a los años donde tanto ella como otras mujeres del mundo artístico muy preparadas no fueron la excepción de la historia a pesar de encontrarse detrás de ella.