La Línea de Fuego

Diez citas para empezar a amar a Edna O’Brien

Edna O’Brien durante una entrevista, vía Youtube.

 

Una vida llena de literatura, de nostalgia, de éxitos y de un fuerte vínculo umbilical, como dice ella misma, con la familia y con la tierra, a veces a pesar suyo. A Edna O’Brien (Clare, 1930) no se la puede leer sin esa relación de amor-odio que mantiene con sus raíces familiares y con su tierra natal, pero tampoco sin la fina y sutil ironía que caracteriza a sus obras, y la fuerte crítica que hace tanto de las estructuras literarias de la novela romántica tradicional como de las consecuencias de una sociedad patriarcal que impone una vida encorsetada y rígida a las mujeres.

Ha sido denostada y criticada tanto en las esferas académicas literarias como entre el gran público, especialmente el irlandés. Se la consideró durante muchas décadas una escritora de novela rosa (con las connotaciones peyorativas que ello conlleva), que escribía libros para mujeres, pero también, en un primer momento y en la sociedad irlandesa más conservadora, una escritora absurda y de la que cada libro era una masturbación pública, como señaló un crítico abiertamente sexista.

Poco a poco, Edna O’Brien ha sido aceptada por su país, y no sólo eso, sino que ahora es la gran dama irlandesa de las letras. La invitan a ferias, a lecturas públicas, escritores considerados como Philip Roth (al cual, por otra parte, hay que reconocerle que siempre fue amigo y gran defensor de la escritora) la encumbran como una de las mejores voces literarias en lengua inglesa de la actualidad. Pero hay que recordar que fue minusvalorada, por mujer, por joven, por atractiva y por irlandesa, ni más ni menos.

Por ello hoy os traigo diez citas, tanto de sus obras como de algunas entrevistas, para que la comencéis a amar, a ella y a su literatura, como yo ya lo hago:

1. «Qué nos importa a las mujeres el derecho a voto, pensé: deberíamos ir armadas.»( Chicas felizmente casadas )

2. «Había más estrellas que cuando habían entrado; una noche fría y argéntea que parecía ahora preñada de repentinas promesas de origen desconocido.» ( Las sillitas rojas )

3. «‘Me voy ya’, fue lo que dijiste, con la esperanza de que tu madre saliera de la casa y se despidiese de ti y dieseis todo por zanjado, pero como nada de eso pasó te marchaste, y lo último que oíste fue el inicio de un aullido, más desesperado que el de un perro, más desgarrador que el de una persona, un aullido que duraría tanto como durasen vuestras vidas: la de ella, la de él y la tuya.» ( Un lugar pagano )

4. «Si cuando muera alguien escribe mi biografía, espero que no sea barata, que no sea tonta y que no sea viciosa. Tres grandes esperanzas.» (El País Semanal, 14/12/16)

5. «A veces una sola palabra basta para avivar un período completo de la vida.» ( La chica de ojos verdes )

6. «En nuestros momentos más profundos decimos las cosas más inadecuadas.» ( Las sillitas rojas )

7. «Loneliness, the longing for adventure, the Roman Catholic Church, or the family tie that is more umbilical than among any other race on earth? The martyred Irish mother and the raving rollicking Irish father (…). The children inherit a trinity of guilts (a Shamrock): the guilt for Christ’s Passion and Crucifixion, the guilt for the plundered land, and the furtive guilt for the mother frequently defiled by the insatiable father.”  ( Mother Ireland )

8. «Lo que Baba no sabe es que por fin estoy aprendiendo a ser yo misma, y cuando sea capaz de expresarme imagino que no me sentiré tan sola ni tan lejos del mundo al que él trató de llevarme demasiado pronto». ( La chica de ojos verdes )

8. “Artistic circles have parasites and imposters as well as creators . . . Too much talk goes on. Don’t talk about doing it, do  it” ( Irish Times, 7/11/15)

9. «Cuando tu madre acababa sus tareas cotidianas te sentabas en su regazo. Pegabas la oreja a su barriga y oías el gorgoteo de las tripas, lo que captabas por un oído se transmitía al otro: el latir del corazón(…)» ( Un lugar pagano )

10. «No paraba de pensar en todo lo que tienen que aguantar las mujeres; y no me refiero solamente a lavar pañales o a que no les esté permitido ser juezas de un tribunal, sino a lo que yo estaba sufriendo en aquel momento: que te hurgasen, que te sondeasen, que te hiciesen daño. Y no sólo durante las visitas médicas; también en la noche de bodas, cuando la mujer se mete en la cama con el hombre al que ama. Ay, Dios (que no existes), tú odias a las mujeres, de lo contrario las habrías hecho distintas.» ( Chicas felizmente casadas )