La Línea de Fuego

El auge de los marginados

El reinado de los personajes más prototípicos que habían copado las pantallas (grandes y pequeñas) hasta el momento, ha llegado a su fin. Es la hora de destronarles. En los últimos años, el auge de los personajes marginados ha llegado para quedarse. Ya no son tan impresionantes los superhéroes arquetípicos y protagonistas perfectos a los que todos queríamos emular.

Y es que el cine y la televisión no deja de ser, a fin de cuentas, un reflejo de lo que es nuestra sociedad. Y si dejamos fuera a algunos, la representación no es fidedigna. Hace seis años descubrí la que es para mí una de las grandes películas (que me llevó hasta un gran libro) del cine indie. Con Las ventajas de ser un marginado por primera vez veía romper esquemas en la gran pantalla, contar la cruda historia de un abuso sexual a un niño y las consecuencias psicológicas que tiene para él, entre las que está el relegarse al grupo de los marginados.

En un momento al comienzo de la película, Sam (maravillosamente encarnada por Emma Watson) le dice a Charlie (Logan Lerman) una de las frases que más me parece que resume la esencia de la película. «Bienvenido a la isla de los juguetes rotos». Y es que todos los protagonistas lo son. Desde Charlie a Patrick, pasando por Sam e incluso Candance, la hermana de Charlie. Además, las chicas representan el duro camino de las mujeres, que desde pequeñas se ven obligadas a aguantar que los hombres abusen de ellas y el hecho de no poder decirlo o ser juzgadas por ello.

Después de Las ventajas de ser un marginado han venido muchas más, llevando el auge de los personajes marginados a otro nivel. Hablamos de series como The Big Bang Theory, con el arquetipo del friki puesto encima de la mesa pero donde personajes como Sheldon nos dan un punto de inflexión. ¿Cuántos personajes con síndrome de Asperger habíamos visto hasta el momento? ¿Cuántos de ellos llevaban una vida normal, con amigos y pareja?

Fotograma de ‘Atípico’.

En esa línea viaja también Atípico, la serie que Netflix lanzó el pasado verano sobre un joven de 18 autista y a lo que tiene que enfrentarse en su día a día, sobre todo en ese momento en que todos empezamos a abrirnos al mundo y, sobre todo, a los sentimientos. Es cierto que la serie ha sido criticada por su tratamiento de las relaciones de pareja un tanto machista, donde prácticamente el único fin de Sam (Keir Gilchrist), su protagonista, es encontrar una novia. En la consecución de este fin juega un papel crucial el mejor amigo de Sam, que llega a ser incluso desagradable por la cosificación de la mujer que hace a lo largo de la primera y única temporada que se ha emitido hasta el momento.

Sin embargo, en Atípico podemos ver también el tratamiento de otros problemas como el paternalismo máximo por parte de la familia de Sam, las decisiones sesgadas de su hermana pequeña por no dejarle solo, o incluso cosas tan básicas que puede ser que no nos planteásemos, como el hecho de que el protagonista no pueda acudir a un baile porque el volumen de la música se le hace insufrible. Algo tan cotidiano para cualquiera que prácticamente no le prestamos atención.

Aunque tenemos parte del camino andando (prácticamente solo el principio), es cierto que todavía tenemos mucho que trabajar en la representación de todos los espectros sociales en el arte. Y que todavía nos quedan muchos prejuicios por tirar abajo y construir sobre ellos una mirada más limpia y certera de todos los que están ahí y son invisibles a nuestros ojos.

Nunca fue tan evidente y tan necesario seguir el auge de los marginados.