La Línea de Fuego

Ánimo, Baliente

Por Meren Plath (@serendipia_s)

Hola. Soy bisexual.

Sí, me gustan tanto las mujeres como los hombres. No en un 50/50, porque la bisexualidad no va de definirse por porcentajes ni decir que las mujeres me gustan exactamente en un 80’98%. La bisexualidad es, simplemente, que te pueden atraer tanto los hombres como las mujeres y todo el amplio espectro que hay entre ambos géneros, y te puede gustar más una cosa u otra, eso es indiscutible y varía en función la persona, sin que esté estipulado en ningún papel cuánto más o menos ni quién más o quién menos te atrae. No hay un porcentaje escrito ni ninguna regla que te diga cómo ni cuánto te tiene que gustar la gente.

Y todavía hay más. Aquí he venido a intentar desmontar algunos mitos y a explicar, desde mi experiencia, por qué la gente tiene miedo a reconocerse como bisexual en un mundo que supuestamente es LGBT+ friendly.

Yo no reconocí abiertamente que era bisexual hasta los 22-23 años. Siempre me habían gustado los chicos pero también me fijaba en chicas, pensaba en lo guapas que las veía pero descartaba esos sentimientos porque “no es posible” y porque me habían enseñado que eso que sentía por compañeras de colegio, instituto e incluso amigas era obsesión. Vaya palabra para definir la atracción sexual a lo que no es heteronormativo. Y creces con miedo. Sabes que te gustan las chicas pero no podía ser porque tú eras hetero y estabas completamente convencida de ello. Te habías besado con chicos y habías tenido tus primeros roces de carácter sexual con ellos. Y jamás habías tenido eso con una persona de tu mismo género. ¿Por qué entonces aquellas dudas? ¿No se suponía que estaba claro que eras hetero y lo otro no eran más que estupideces?

Una de las primeras cosas que te ocurren y en las que piensas cuando te empiezas a identificar como tal es “comprobar” que de verdad lo eres. Lo que sería La Reafirmación™ ante los ojos de la sociedad, y creada por su presión, porque cómo vas a serlo si no lo has probado. En fin, qué se puede añadir a esto. Tú sabes lo que sientes y por quién lo sientes. Punto. Nadie puede negarte eso. Cuando pasa el tiempo, lo ves como una estupidez, porque no tienes que darle ni explicaciones a nadie, ni se las debes. Pero ahí ha estado esa reafirmación, tanto para mostrártelo a tíi («hey, sí, ¡eres bisexual!») como para mostrárselo a la sociedad. Qué triste que necesitemos de esta clase de validación para saber lo que somos, aún sabiéndolo.

Los bisexuales no somos el comodín en un trío, ni pensamos todo el día en ellos. Estoy cansada de escuchar proposiciones de este tipo. No quiero que vengas y me digas que si puedo hacer un trío contigo y con tu novia sólo porque creas que ambos me gustáis por mi sexualidad. Para algunas personas, desgraciadamente, los bisexuales no somos más que un fetiche y/o un juguete sexual de carne y hueso. No soy un instrumento para los heteros, ni vuestro desahogo. No soy vuestra paja de antes de iros a dormir o de relax cuando estáis nerviosos o cansados. Y tampoco te creas que vas a enseñarme nada nuevo. No os necesito.

No me gustáis todos.

No me excitas por ser hombre.

No me excita cualquier mujer.

Y para los que pensáis que no hay bifobia en el colectivo, os equivocáis. Creo que es el sitio donde más rechazo he experimentado, y donde me han dedicado palabras muy crueles e hirientes. He tenido que escuchar de manera reiterada de bocas de aquellos que se suponen mis aliados que sólo es una fase, “terminarás por decantarte por una cosa u otra”. Que soy una viciosa, que soy así para acostarme con más gente. Que sólo me importa el sexo. Que ligo más que cualquier otra persona. Que mientras mantenga una relación «hetero» no puedo ser bi ni mucho menos. Que debería irme del colectivo. He escuchado decir a lesbianas que jamás tendrían algo con otra chica bi “porque les sabe la boca a polla” y ellas ahí no tocan. Y podría seguir casi ad infinitum con lindezas de esta clase.

Muchas veces al día pienso si de verdad me compensó salir del armario, si me vale seguir escuchando día tras día estos estereotipos, mitos, palabras hirientes. Hay días en los que pienso que es una mierda haber salido y que me compensa pasar por hetero, pero hay otros en los que pienso en la gente que estuvo antes como yo: acojonada, sin tener ni idea, sin atrever a ponerse ese nombre (que parece más una carga que algo que te libere) y no quiero que estén solos. Porque yo me comí todo esto sola, sin ayuda, sin un mínimo apoyo porque me daba pánico hablarlo con cualquier persona. Y no es algo fácil no encontrar apoyo ni en tu familia ni en tus amigos (por desconocimiento, sobre todo). Las noches en vela preguntándote si es de verdad, si esa chica (en mi caso) que te gusta no es más que un capricho, si la sociedad tiene razón. Si no eres más que una desviación de la norma. Y se llora mucho. Porque no lo entiendes ni te entiendes. Ni sabes quién dice la verdad y quién te miente. Quién lo hace por herirte y quién por salvarte de un mal trago con quién sea. Quién te protege. Te sientes rechazado por todos por razones muy diversas y muy estúpidas, y no es plato de buen gusto.

Entiendo el miedo que hay a identificarse como bisexual, a decirlo en voz alta y salir de ese armario en el que la sociedad nos mete de manera injusta. Entiendo ese miedo al rechazo, a exponerse a los comentarios y a los estereotipos. A esos mitos y falsedades que tanto daño nos hacen.

Creo en la necesidad de revindicarnos, de decirle al mundo que existimos de verdad y que no somos ni una fase ni unos viciosos. Que somos personas, queremos a otras personas y simplemente buscamos que se nos entienda y se nos respete. No pedimos más.

El Orgullo debería ser más esto, reivindicar a todos aquellos que hemos estado silenciados y reprimidos tantísimo tiempo. Sí, hay que celebrar que seguimos aquí y que hemos conseguido metas importantes, pero queda mucho por hacer.

Yo quiero un Orgullo donde también se reconozca y se luche por las personas asexuales (que están todavía más marginalizadas e invisibilizadas), por las personas no binarias, por todes aquellos que luchan para ser visibles.

Quiero un Orgullo furioso y combatiente, que se rebele contra el sistema y le tire piedras, como hicieron en Stonewall, en 1969, Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera, dos mujeres de color, trans y trabajadoras sexuales. Gracias a ellas y a tantas otras personas que participaron en aquellos disturbios comenzó nuestra revolución.