La Línea de Fuego

Por qué los hombres debemos ser feministas

Por Nicolás Ribas

Hace algo más de tres meses, mi compañera Belén (@Belensays_) escribió un artículo de opinión titulado “Por qué los hombres debéis ser feministas”, en el cual explicaba de forma muy didáctica y sencilla, qué es el feminismo y las razones por las cuales los hombres debíamos ser feministas. En este caso, éste es un artículo escrito por un hombre que ha cuestionado esos roles de dominación que hombres ejercen sobre mujeres y que, desde esa perspectiva y cuestionamiento, trata de romper el sistema de subordinación femenina para conseguir relaciones sanas e igualitarias entre hombres y mujeres.

Todo lo que sé sobre feminismo es producto de varias cosas: de la observación del mundo y las sociedades que lo componen, de las experiencias de amigas y mujeres, de mis experiencias propias y directas y de las reflexiones recíprocas que todos estos factores han generado en mí. Para entender el feminismo y convertirse en un aliado de la causa, lo primero que hay que hacer es olvidar muchos de los conceptos, prejuicios y patrones que como individuos que viven en sociedad hemos ido aprendiendo y reproduciendo desde que eramos unos niños. Para ello, hay que callar y escuchar y tenemos que hacer un esfuerzo por ponernos en el lado de las mujeres y tratar de ver el mundo a través de la mirada de sus ojos. En efecto, eso en psicología se llama empatía. Juzgar las preocupaciones de las mujeres desde nuestra privilegiada posición como hombres en un mundo que las oprime, cosifica e hipersexualiza y en el que se ejerce violencia sistemática contra ellas (física, sexual, psicológica…) es muy fácil pero sobre todo muy injusto.

Como decía, una de las formas más comunes de dominación de hombres sobre mujeres es la sexual. Es lo que algunas feministas definen como “la cultura de la violación”. No han sido pocas las veces que he visto como chicas o amigas no se atrevían a volver solas a casa por la noche porque tenían miedo a ser acosadas, violadas o a sufrir cualquier otro tipo de violencia sexual. Algunas de ellas me han asegurado que han sido perseguidas; otras me han contado cómo se han encontrado a hombres masturbándose mientras entraban en el portal de su casa; otras me han explicado con detalle técnicas que utilizan para defenderse ante posibles acosadores o violadores. Estos problemas en las chicas son muy comunes y es un hecho que se ayudan entre ellas a la hora de volver a casa o la piden a sus parejas o amigos.

Restar importancia a estas preocupaciones muy reales y llamarlas “histéricas”, “paranoicas”, “hembristas”, “feminazis” u otros calificativos denigrantes hechos por hombres que no saben lo que es ser mujer en un mundo machista y lo que conlleva (y que no tienen que preocuparse por el hecho de ser violados) forma parte de las nuevas formas adoptadas por el machismo. Dado que hoy día definirte como machista está mal visto, el machismo en su estrategia por mantener su sistema de dominación ha tomado diferentes formas, políticamente más correctas pero no por ello menos dañinas. Es lo que algunos teóricos y teóricas definen como neomachismo o postmachismo.

El hecho de que un porcentaje poco representativo de denuncias por violaciones o malos tratos puedan ser falsas no quita ni un ápice de sentido a la lucha feminista y no puede ser utilizado para desacreditar al movimiento feminista. Las injusticias hay que combatirlas siempre, vengan de donde vengan, pero lo que no es lícito es definir al feminismo como un movimiento que busca la supremacía de la mujer, argumentación, por lo demás, fácil de desmontar. Para ello tendrían que darse una serie de causas materiales, un sistema que lo respaldase y unas relaciones de poder desiguales de las mujeres sobre los hombres, y ninguna de estas condiciones se da. Circunstancias que sí existen objetivamente cuando argumentamos sobre relaciones de dominación y poder de hombres sobre mujeres: violencia económica, sexual, psicológica, techo de cristal (el hecho de que una mujer tenga que demostrar mucho más que un hombre laboralmente, que continuamente se cuestionen sus capacidades, que le sea mucho más difícil ascender en puestos importantes de gobierno o de empresas…), etc.

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Ayer se cumplieron 44 años de la muerte de Clara Campoamor, impulsora del sufragio femenino y de los derechos de la mujer durante la Segunda República. Ilustración: Feminista Ilustrada

Cuando se habla de reivindicación feminista se puede poner el foco en diversas situaciones que ponen de manifiesto que todavía no hemos alcanzado una igualdad real. Nuestro deber como hombres no es minimizar ni desacreditar la lucha feminista (que, no olvidemos, busca alcanzar la igualdad real entre hombres y mujeres, destruyendo el sistema de opresión actual), sino coger el espacio que tenemos en la sociedad y hacerlo feminista.

Cuando hablamos de sexualidad es inevitable analizar el papel que desempeña la industria del porno en la sociedad: la representación de las mujeres como un objeto sexual para disfrute exclusivo de los hombres. El porno tradicional es una industria multimillonaria, en la cual podemos apreciar de forma muy nítida que existen relaciones de poder desiguales entre hombres y mujeres y que estas últimas suelen ser representadas de forma denigrante y humillante. Misoginia pura y dura.

Pues bien, cuando los chavales empiezan a crecer y se les disparan las hormonas, hablan sobre sexo con sus amigos (aunque no lo practiquen). ¿Y qué es lo que ven esos chavales, aún formándose, cuando empiezan a experimentar su sexualidad? Exactamente. Ven porno. Todo el mundo lo sabe, aunque muchos se empeñen en negarlo (las chicas también se masturban, pero ese es otro asunto). El problema aquí no es que los chavales se masturben, sino que no reciban en el instituto y por parte de sus padres educación sexual. Una educación sexual igualitaria, que fomente relaciones sanas entre mujeres y hombres. Una educación que explique a esos chavales que la humillación sexual no es algo deseable para nadie y que el porno no es la vida real (queda claro que hablo del porno tradicional, no de porno alternativo o porno feminista). La realidad es que nadie nace queriendo ver porno con temática de violaciones y otro tipo de aberraciones, sino que se nos educa para ello, a través del propio porno. La mente que concibió el porno es una mente misógina y, por tanto, el porno es misoginia y la perpetúa. Y no se puede acabar con la misoginia si no se denuncia el porno tradicional.

Sin embargo, cuando se habla de porno, la mayoría de los debates se centran en el consentimiento de la práctica, no así en su análisis. Que determinado tipo de porno sea o no humillante es una cuestión subjetiva, desde luego, pero es bastante significativo que la mayoría de los consumidores de porno sean hombres heterosexuales. Algunos de ellos, por lo que se deduce de las búsquedas y estadísticas, con filias que sobrepasan a menudo los límites y las barreras del consentimiento que las mujeres establecen. De puertas para adentro cada uno puede hacer lo que quiera con su sexualidad y en ese sentido es lógico apelar a la libertad individual, pero eso cambia cuando nos referimos a unos contenidos que están expuestos para cualquiera, sin ningún tipo de filtro ni de control. Si una mujer consiente ese tipo de trato denigrante es elección suya, más allá de que pueda parecer extraño a ojos de algunos que alguien sienta excitación por la humillación, pero la historia cambia cuando millones de chavales están expuestos a un contenido que influye y moldea la percepción que tienen sobre el sexo y sobre la sexualidad femenina.

Tal vez algunos os estéis preguntando, ¿y a cuento de qué viene todo esto del porno? Pues aunque no lo parezca, a cuenta de mucho. Es un ejemplo muy ilustrativo, ocurrido la semana pasada. Torbe es un actor, director, productor de cine porno y misógino, actualmente en prisión sin fianza y acusado de pornografía infantil, trata de blancas, blanqueo de capitales y delitos contra la Hacienda Pública. Este energúmeno y presunto delincuente sexual, que ya había tenido problemas con la Justicia anteriormente, se refiere a las mujeres de esta forma:

¿Qué se siente al haber follado a más de 3.000 mujeres? La palabra es paz, porque no tengo que convivir con ellas, no tengo que escucharlas… Vinieron me las follé y se fueron. (…) Ligar es una mierda y a muchas tías les huele el potorro a rata muerta. (…) Siento satisfacción por haber dado tanto placer a tantas mujeres. Muchas pierden el control de sí mismas y se convierten en demonios sexuales.

¿Hace falta decir qué clase de escenas y videos va a producir un tipo que piensa de esta forma sobre las mujeres?

Como hombres tenemos que ser conscientes de todo esto y promover relaciones sanas e igualitarias entre hombres y mujeres; ocupar el espacio que tenemos en la sociedad y hacerlo feminista.