La Línea de Fuego

En el filo de la navaja: nuestra furia, la Baronesa

Ilustración de Elsa Von Freytag Loringhoven
Ilustración: Fernando Busto

La Baronesa fue eliminada de la historia, y eso, amigo mío, es un asesinato. Sin sangre.”*

Siri Hustvedt en Recuerdos del futuro

*Todas las citas de este artículo pertenecen a Recuerdos del futuro (Siri Hustvedt)

En 1970, la Universidad de Maryland adquirió todo el archivo personal de la escritora Djuna Barnes. A todos esos documentos los acompañaban las cartas, manuscritos, poemas, dibujos y demás escritos personales de una gran amiga suya, Elsa von Freytag-Loringhoven, conocida como “The Baroness (La Baronesa)”. De no haber sido por Barnes, probablemente su existencia habría quedado, aún más, en el olvido.

“Artista del desmadre protopunk que posaba con jaulas en la cabeza y faros en las caderas y escribía poemas semejantes a aullidos o eructos que le salían de lo más profundo del diafragma”; así la describe Siri Hustvedt en su última novela, Recuerdos del futuro. En ella, La Baronesa es una suerte de madrina imaginaria de la protagonista (a su vez una suerte de alter ego de Hustvedt), su compañera, su musa, y también, simbólicamente, su navaja. 

Y de filos cortantes era La Baronesa. Nacida Elsa Hildegard Plötz en 1874, comienza a escribir sus primeros poemas a la edad de doce años, alentada por su madre, a la que estaba muy unida, pero de la que tendría que separarse pronto, debido al trastorno mental que padecía la mujer y a su temprana muerte. 

Tras terminar sus estudios, la joven Elsa pasa varios años en ciudades como Berlín, Múnich y París, donde se mueve entre la intelectualidad de la época y encontrará en la noche a su mejor amiga. Es modelo, diseñadora, pintora y escritora; es creadora y es musa. 

1908 marca un punto de inflexión en su vida y su carrera: es hospitalizada por una crisis nerviosa, y en 1910 se traslada a Nueva York. Allí pasará a ser La Baronesa al casarse con el barón Leopold von Freytag-Loringhoven, y allí su arte inundó las calles del Village, junto a nombres como Man Ray, Sarah Freedman, Marcel Duchamp o William Carlos Williams. El suyo, sin embargo, apenas ha llegado hasta nosotras. ¿Por qué? 

Ejerce de modelo en sus primeros años en Nueva York en una escuela de arte donde conocerá a Man Ray y a Sarah Freedman, y donde conectará con el incipiente Dadá neoyorquino que ya veía la luz. Escribe poemas que suenan como pedos, se imagina y crea diosas, dibuja y esculpe; vive. Es amiga de Mina Loy, Lola Ridge, y otros nombres clave de la vanguardia neoyorquina. 

Es en el Village donde vivirá la mayor parte de su vida y donde cultivará su fama y su mejor arte, porque su poesía nace de la ciudad misma, de sus ruidos, sus luces y sus gentes. Tiene relaciones amorosas con Marcel Duchamp (o “Marcel Dumierda”, “Dushit”, como le llama en su poema “Graveyard Surrounding Nunnery”) y William Carlos Williams, se pasea por Nueva York con un traje de hombre y fumando, y protagoniza incluso un titular en el New York Times: “She Wore Men’s Clothes!”.

Se rapa el cabello, se pinta el cráneo de rojo y sale a la calle desnuda, con dos latas de tomate vacías por sujetador y dos cucharillas de café por pendientes. Experimenta con los sonidos de la ciudad y el lenguaje, con la simbología y los significados.  Se tira pedos y eructos en sus performances y también los pone por escrito. Llama a Marcel Duchamp “M’Ars” en sus poemas (“My Arse”, “mi trasero”); a William Carlos Williams, W.C.

La primera Dadá americana

Ella era Dadá, puro Dadá, “un puño en la cara, una rodilla en la ingle”, ya cuando los grandes nombres aún no se conocían. Era tan Dadá que su nombre se borró de la historia, porque ella habitaba en los márgenes, en el exceso y en lo incómodo. En el filo de la navaja, de donde se elimina a los que no gustan, a los que son demasiado, a los que no se amoldan. “Sabía que el mundo ama a los hombres poderosos y odia a las mujeres poderosas”.

Era Dadá, pero también era punk, una pionera de la performance y de la estética y el arte DIY que después heredarían Sid Vicious, Siouxsie Sioux y muchos otros artistas de los 70 y 80. Asumió por completo una forma de vida Dadá y usaba su cuerpo como escudo y arma, un escándalo y un exceso andante por las calles del encorsetado Nueva York de principios del siglo XX. 

Djuna Barnes, Marcel Duchamp y Man Ray fueron sus cómplices y amigos, pero su nombre quedaría unido para siempre al segundo. Su amigo y amante a ratos, Duchamp dijo de ella que era el futuro. A él se le atribuyó la autoría del famoso urinario, Fountain, una obra de Elsa, por la que se considera a Duchamp uno de los grandes nombres de la historia del arte.  

¿Lo sabíais? Yo no, hasta que Siri me lo contó. 

Detalle de ilustración del urinario de Elsa Von Freytag-Loringhoven.
Ilustración: Fernando Busto.

Duchamp escribe a su hermana en una carta encontrada en 1982 que “una de mis amigas, que había adoptado el seudónimo de Richard Mutt, me envió un urinario de porcelana a modo de escultura”. Según un periódico de la época, el supuesto Mutt era de Filadelfia, donde La Baronesa residía en ese momento. 

El sexo y lo escatológico está siempre presente en sus obras, y su urinario es su obra culmen, un homenaje, además, como sugiere Siri, a su madre y a las diosas. 

Se suicidó pronto, víctima de un injusto olvido, o de un asesinato, “un crimen de arte”, como dice Siri. Sus amigos dieron la espalda a su nombre; solo Djuna Barnes guardó con mimo todo lo escrito y dibujado y esculpido por su amiga e intentó publicar una antología de poemas que no vio la luz hasta 73 años después. La inmortalizó como personaje de su novela El bosque de la noche y se esforzó porque el nombre de su amiga no se borrase de la historia. Durante décadas, no lo consiguió.

La Baronesa es la madrina de todas, es el gran crimen del arte, la gran metáfora de cómo el mundo odia a las mujeres agresivas, poderosas, desafiantes, afiladas, y conspira para ocultarlas. Bajo una pátina de locura, de error histórico (vaya, qué casualidad), de ignorancia. 

Y eso, como dice Siri, es un asesinato; sin sangre, pero asesinato. 

Celebremos a La Baronesa, adoptémosla como madrina, como una furia tierna, como navaja en nuestras lenguas, como hoja cortante guardada siempre en el bolsillo. Hagámosle justicia. 

Para ampliar sobre la Baronesa: 

Body Sweats: The Uncensored Writings of Elsa Von Freytag-Loringhoven, editado por Irene Gammel y Suzanne Zelazo. 

Baroness Elsa (Irene Gammel).