La Línea de Fuego

Uxue Alberdi: «Me interesa mucho el cuerpo, porque donde está el cuerpo aparece la posibilidad del placer, del dolor, de las violencias, de los vínculos»

La escritora vasca Uxue Alberdi. © Daniel Blanco

Nagore Vargas no tiene miedo a nada. «Ha sido construida en la lucha, en el combate, para ser contestataria, para no dudar, para estar segura de todo y para vivir a tope», reflexiona la escritora y bertsolari Uxue Alberdi acerca del personaje protagonista de su novela Jenisjoplin.

Nagore es un personaje complejo, fruto de un cruce de identidades que marcan y construyen su cuerpo y su relación con este. Nace en un pueblo industrial vasco en los 80, hija de taberneros, madre vasca y padre «maqueto» (como se denominaba popularmente a los hijos de inmigrantes extremeños y andaluces, en su mayoría).

Crece entre barricadas, barras de bar y pintadas que entiende y no entiende a la vez, pero sobre las que, por encima de todo, no se atreve a preguntar. Y pronto reconoce a qué bando pertenece, porque no se permite dudar. A través de Nagore Vargas, Uxue Alberdi hace un retrato preciso de una generación muy marcada por sus circunstancias, por lo heredado. Escrita originalmente en euskera y publicada en 2017, ahora podemos disfrutar de ella en castellano gracias a la bella y cuidada edición de la editorial consonni.

El inconsciente heredado

«Para escribir esta novela tiré mucho de memoria, intentando recordar las pintadas que leía de pequeña, lo que me hacían sentir, lo que hablaba y lo que callaba; un poco de mí, otro poco de mis amigas…», apunta Alberdi. «Quise pensar en cómo nos construyó a nosotras como niñas, y luego como adolescentes, haber nacido en el pueblo en que nacimos en los años 80 con todo el conflicto político-social armado, con todo lo convulso que ello conlleva y también con toda esa ficción humana que aportaba un ritmo, un pulso particular».

Uxue Alberdi se refiere a Elgoibar (Gipuzkoa), el pueblo donde nació y creció, un pueblo que, como me cuenta con naturalidad en nuestra entrevista, fue el pueblo con más muertes de sida en proporción de toda Europa en los 80.

«Me interesaba crear un personaje con un cruce de identidades que sufriese, que viviese y que aprendiese de ese cruce desde muy pequeña, y crear una psicología lo más compleja y detallada posible para poder hablar desde ahí de realidades que están muy machacadas, muy gastadas», reflexiona la autora.

Nagore Vargas, como dice Alberdi, está construida en la confrontación y en la violencia; su cuerpo es un escudo. Sabe sentir placer pero también hacerse daño a través de su sexualidad. Y esa relación con el cuerpo y con su sexualidad cambia cuando llega su diagnóstico positivo en sida.

«Quería pensar sobre ese cuerpo que se construye en la velocidad, en el cúmulo de estímulos, en la violencia, en el contacto, en el cuerpo a cuerpo, y sobre qué le pasa cuando tiene que parar», apunta Alberdi. Y, a partir de ahí, explorar «esa oscilación desde lo personal a lo colectivo y esa evolución política y emocional individual y colectiva a través de Nagore».

Los conflictos y las identidades

Uxue Alberdi
© Daniel Blanco

Para cualquier lectora, la articulación de ese cruce de identidades en Nagore Vargas es magistral; para quien reconoce más o menos como propia la realidad que plasma Uxue Alberdi en Jenisjoplin, la exploración que lleva a cabo la autora de esa suerte de identidad emocional colectiva y de cómo nos construye inconscientemente es, por momentos, vertiginosa. Como en esta frase, cuando Nagore escucha la noticia del cese de la lucha armada de ETA en 2010: «Las sístoles-diástoles de las emociones colectivas dirigidas por ETA quedaron en silencio».

Aunque Jenisjoplin, como una percibe de inmediato cuando la lee y como afirma su autora, no es una novela sobre el conflicto vasco, al construir a Nagore y su historia «no podía obviar el conflicto», señala Alberdi.

La lucha armada y la política están ahí, pero de la misma forma en que lo están la música, el paisaje, las calles repletas un sábado por la noche, la droga, el sida y el sexo; «todo forma parte de esa realidad y la permea, y quería hacer un relato lo más poroso posible», reflexiona la escritora.

«No hay que adjudicarle a la ficción o a la literatura el trabajo de reparación o de buscar un punto intermedio, un dolor intermedio, el relato idóneo»

En ese sentido, apunta también: «Quería hacer un camino de indagación junto a Nagore Vargas, y me ha servido para mirar a esa realidad que viví desde su punto de vista».

El cuerpo, escudo, arma, salvavidas

Desde el cuerpo polarizado de Nagore nos asomamos al abismo de la vulnerabilidad repentina de un cuerpo que hasta entonces se creía inmune, infranqueable: «El diagnóstico me interesaba por sus metáforas, como dice Susan Sontag, porque me permitía reflexionar sobre el ataque, la defensa, la culpa, el estigma, el placer, la sexualidad, el dolor». Y también, claro está, porque es una de las realidades que permeó a toda una generación en el contexto en que crecen tanto Nagore como la propia Uxue.

Pero no menos importante es la aproximación, a través de Nagore, a cómo se ha construido nuestro deseo, «un poco de rebote, desde la mirada masculina y en respuesta al deseo masculino».

La lectora acompaña a Nagore (o «Jenisjoplin», que es como la llama su padre) en una exploración de los cuerpos y de las identidades que la pone a una durante la lectura en una suerte de abismo. Uxue Alberdi cincela unos diálogos agudos e inteligentes, que, en la traducción al castellano de Irati Majuelo, son plenamente «de allí», como comentamos durante la entrevista.

Lo atractivo de Jenisjoplin es que es profundamente humana, también muy «de allí», o «de aquí» (según desde donde leas), pero sobre todo es, en palabras de su autora, una reflexión «sobre la vida y la muerte, sobre cómo construimos nuestra propia identidad, y cómo afecta a esa construcción nuestra clase, nuestra ideología, nuestra cultura, y lo heredado, aquello que nos marca antes incluso de tener una conciencia sobre ello».

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