La Línea de Fuego

Breve reflexión contra la criminalización de la protesta feminista

Se acerca el 8M y para una parte del mundo todo se viene encima. Algunos llevan esperando un año esta manifestación para señalar con el dedo a las feministas. La anterior ya fue un acto de criminalización sin pruebas contundentes que dejó huella en el imaginario colectivo. Nos señalaron. Nos apuntaron. Nos juzgaron. Requiere una reflexión profunda de por qué no sucedió lo mismo con actos políticos a puerta cerrada que se celebraron el mismo día, ni con otras manifestaciones que se llevaron a cabo días antes del 8M, ni con conciertos multitudinarios, ni con partidos de fútbol. 

Hace unos días que mi timeline de Facebook me indica el grado de crítica preventiva al movimiento feminista ante la llegada del Día de la Mujer. Lo sé a través del número de veces que se compartió un post hecho con paint que pone “Soy mujer, no quiero manifestación, quiero salud. Mujeres así no me representan” o las que han aplaudido el post en instagram de Ana Obregón. 

Ha sido un año difícil para todas. Saber si manifestarse o no en tiempos de pandemia es complicado, pero el hecho de haber insistido tanto en que no se salga a la calle el 8 de marzo creando culpabilidad a las mujeres que sí querían hacerlo, me resulta, en cierto modo, violento. La campaña de criminalización contra este 8 de marzo bajo el mantra “si eres buena mujer, quédate en casa”, me está agotando. Pero ha terminado de agotarme la prohibición total a cualquier manifestación feminista ese día.

Con pandemia o sin ella, siempre hay conductas anacrónicas que tratan de frenar la emergencia feminista acaparando el relato, ya sea por un chiste, por un post hecho en paint con urgencia o por seguir la agenda ultraderechista y conservadora. El hecho de que nos prohíban la calle deja entrever que se teme más a la derecha con dos carajillos que a las feministas. El mensaje es tremendo y la preocupación real. Sin decisiones justas y parece ser que valientes, nos comen. 

Con pandemia o sin ella, siempre hay conductas anacrónicas que tratan de frenar la emergencia feminista

El agravio comparativo entre la prohibición o no de manifestaciones es evidente. A lo largo de estos meses, ha habido multitud de manifestaciones, algunas de negacionistas sin mascarillas, otras abiertamente de nazis, a favor de la escuela concertada, a favor de la equiparación salarial para los policías, en apoyo a la hostelería o a favor de la libertad de expresión. Tengo la sensación de que con nosotras hay una mirada doble, con lupa, y se respira cierto toque moralista. En cierto modo, las lecciones y el nuevo señalamiento a las mujeres que deciden manifestarse recogen un halo de hipocresía. Nos señalan que quieren salud. A nosotras, que soportamos sobre nuestros cuerpos el trabajo de cuidados, el de salvar la vida misma.

Hace unos días, me replanteaba si iba a ir o no a la manifestación por motivos sanitarios. Iba a participar de una forma completamente diferente, pero hoy ya han decidido por mí y no puedo dejar de recordar que el 8M es una manifestación por los derechos de las mujeres y por la igualdad en un espacio abiertamente político y que nos ha proporcionado victorias y garantías democráticas: la calle. No es algo baladí apuntar que “mejor dejamos las manifestaciones para después de la pandemia”. Es como señalar otra vez, “mejor dejamos los derechos de las mujeres para más tarde”.