La Línea de Fuego

Un lugar llamado estabilidad

Tengo algo dentro que es incapaz de contener la forma de su casa, de su vida. Hay algo dentro de mí que no encaja y que no encajará nunca. Siento que sobresalgo como un hueso roto, asomando por la piel. Igual es una cuestión de cualificaciones, del hecho de que sirvan tanto para acreditar como para vetar, de cómo veo la plenitud de mi vida constantemente reducida a la mitad, constantemente recualificada. ¿Me cualificarán algún día como apta para la felicidad, para la estabilidad?”

Esta reflexión la hace la protagonista de Algo temporal (Alpha Decay), la primera novela de Hilary Leichter, en una página muy cercana al final del libro. No estoy haciendo ningún spoiler. No hay ningún spoiler en la vida misma.

En Algo temporal encontramos una historia terriblemente hilarante y surrealista, pero no más de lo que puede serlo cualquier historia de cualquier persona. Su protagonista proviene de una familia de trabajadoras temporales, sabe que su único oficio será el de saltar de trabajo temporal en trabajo temporal, el de acumular novios y vidas sin que ninguna sea la suya. ¿Su objetivo? Convertirse, en algún momento, en permanente. Llegar a ese ansiado lugar llamado estabilidad.

Nada más lejos de la realidad millennial. Todo nos resulta reducido a la temporalidad, a esa mitad de la que habla Leichter en su libro. Tenemos siempre detrás de nuestra oreja la mosca que nos dice que la estabilidad no existe. Que nunca encontraremos nuestro sitio en el mundo, más allá del sitio que suponga ir deambulando por él. De un sitio a otro. Con la precariedad como sello y bandera.

Algo temporal nos sitúa en el epicentro del capitalismo más brutal y la gig economy. Nos dibuja a todas nosotras queriendo ser alguien y encontrando todo el rato puertas cerradas, tropiezos y esa voz que nos dice constantemente que no nos esforzamos lo suficiente. Nos pone de frente al positivismo tóxico de quien consiguió salir del bucle e insiste en que nosotras también lo haremos. La rancia, manida e incluso asquerosa frase de “llega cuando menos te lo esperas”. Que a estas alturas parece unas bragas prestadas que alguien te da cuando te pierden la maleta en el aeropuerto.

A mí se me ha encogido el corazón leyendo esta novelita, de poco más de 200 páginas, que en algunos puntos es tan genialmente ridícula que incluso cuesta entender. Pero no cuesta empatizar. No cuesta porque en muchos puntos encuentras la similitud de cuando ponías copas con la sustitución de la protagonista en un barco pirata. O cuando doblabas turno haciendo hamburguesas con la sustitución de un percebe. Con ese sentimiento de no existir más que para trabajar. Abandonar a tus novios, a tus amistades, a ti misma, por la promesa de que, quizás, en algún punto del camino, te topes de lleno con la estabilidad.

Compaginamos los trabajos precarios con los sentimientos, con la falta de tiempo que te va consumiendo las ambiciones. Te anestesia. Esa sensación de andar todo el tiempo como un huracán al que nadie presta la más mínima atención. Que gira por la inercia misma del tirabuzón.

Podía estar feliz y triste al mismo tiempo. Es mi forma de compaginar tareas, dos sentimientos  pueden ser el mismo sentimiento. Tanto los ojos como los sauces pueden llorar”.