La Línea de Fuego

La primera novela de Eva Cid o por qué la ciencia ficción no les pertenece a los hombres

No soy mala lectora, pero nunca me ha llamado la atención la ciencia ficción. De hecho, creo que, en total, los libros que he leído dentro de este género se cuentan con los dedos, y el último lo terminé hace ya 12 años. Porque, hasta aquí, no me había sentido representada en estas narraciones escritas mayoritariamente por hombres y para hombres, pero, entonces, llegó a mí Tras esa montaña está la orilla, la primera novela de Eva Cid (Almería, 1982), editada por Amor de Madre.

«Una de las primeras cosas que tuve claras es que quería escribir una historia protagonizada por mujeres y, en la medida de lo posible, alejarme de los esquemas típicos, ya fuera en la construcción de personajes como en las propias relaciones entre ellos», nos dice en una entrevista con La Línea de Fuego la autora, periodista especializada en la crítica de videojuegos.

Familiarizada con los entornos masculinizados, Eva Cid desarrolla Tras esa montaña esta la orilla lejos de las dinámicas patriarcales que impregnan los productos culturales en general: «Creo que estos personajes se desarrollan y respiran en su propia frecuencia y no sé hasta qué punto he conseguido desligarlos de las fórmulas más habituales que pueden verse en ficción, pero era la idea». Ciertamente, algo ha debido lograr la escritora cuando su obra sirve como prueba de que la ciencia ficción no les pertenece a los hombres.

1. Los personajes protagonistas son mujeres

Tras siglos de abusos medioambientales y capitalismo salvaje, la Tierra ha colapsado. Para su supervivencia, la Humanidad se ve obligada a salir en busca de un nuevo planeta en el que asentarse. Lo hacen en torno a dos continentes separados por un océano: Ónfalos, habitado exclusivamente por mujeres que han dado con un sistema de procreación artificial; y Crisis, dominado por los hombres bajo un sistema heteropatriarcal y dictatorial. «Cada uno de los continentes refleja una forma particular de organizarse y sobrevivir en un nuevo mundo, y una de las diferencias fundamentales radica en la manera en que cada uno emplea la tecnología», explica Eva Cid sobre los dos universos de Tras esa montaña está la orilla.

En la primera civilización vive Julia, trabajadora del Centro de Investigación y Desarrollo Biológico de la ciudad de Novaria; en la segunda vive Marcela, hija repudiada del Gobernador en la ciudad de Rossum. Las dos protagonistas de esta historia son mujeres inteligentes y rebeldes que, unidas por un pasado común que desconocen, tienen el mismo instinto inconformista.

2. Las relaciones amorosas se enmarcan fuera de la heteronorma

Tanto Julia como Marcela están enamoradas, de dos mujeres. La una vive su relación con libertad, mientras que la otra tiene que reservar sus sentimientos a la clandestinidad. Y es que, si en Ónfalos el lesbianismo es la única realidad conocida, en Crisis representa una amenaza a la continuidad de la vida. En ambos casos, la autora describe cada escena de amor y sexo entre dos mujeres con mimo y desde la reivindicación social. Además, lejos de las formas dictadas por la heteronorma, todas estas relaciones amorosas se desarrollan sin toxicidad ni dependencia emocional. Todo ello, dentro de una enorme red de sororidad que se teje entre todos los personajes de la novela de Eva Cid.

«Las historias que se salen un poco del molde acaban siendo etiquetadas como ‘literatura LGBT’, lo que puede facilitar su difusión entre determinados círculos, pero al mismo tiempo puede restringirlas, alejarlas de lo que se concibe como literatura sin más», reflexiona la autora sobre la cuestión de hacer más inclusiva una narración literaria. Pero, continúa, «es un paso previo que hay que atravesar hasta que, por presencia, que afortunadamente cada vez es mayor, este tipo de obras dejen de asociarse con nichos concretos».

3. La trama tiene un claro mensaje feminista

Protagonizada por lesbianas y disidentes, Tras esa montaña está la orilla, la primera novela de Eva Cid, no podía sino constituir un claro grito contra la desigualdad de género. Así, algunos de los diálogos de esta obra son verdaderos alegatos feministas con toda la vigencia en nuestro contexto actual.

A esto hay que sumar otras causas sociales, como la lucha de clases o, más sutilmente, el antiespecismo. «En principio, la creación de los feroides [robots hechos a imagen y semejanza de los animales extinguidos] no respondía a ninguna intención explícita en esa dirección, pero poco a poco me fui dando cuenta de que las razones por las que se crean, su naturaleza, cómo se perciben y la forma en que se instrumentalizan tiene mucho que ver con nuestros modelos de explotación animal», confiesa en este sentido la escritora.

Así, la última apuesta de la editorial Amor de Madre representa un paso adelante por hacer de la ciencia ficción feminista ciencia ficción a secas.

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