La Línea de Fuego

No vengo de Júpiter

Por Álex

Mi nombre es Alex y soy un chico trans. Esta no es la presentación que debería hacer, no me gusta, no me define; y sin embargo, es la que he estado utilizando durante mucho tiempo. No la he utilizado por mí, yo ya sé quién soy. La he tenido que utilizar para que los demás pudiesen definirme, por ellos, no por mí, yo ya sé cómo definirme.

Soy un chico, trans binario, con mis estudios, mi trabajo, mis hobbies, mis problemas (y no, para nada la mayoría que ver con mi realidad trans), mi familia, mis amigos, mi mascota y todo lo que cualquier otra persona del mundo sin el apellido “trans” pudiese haber construido a lo largo de su vida. Durante mucho tiempo no he sabido ponerle palabras a todo aquello que sentía, que percibía (generalmente desde una perspectiva un tanto diferente a la de aquellas personas que me rodeaban) o simplemente, no sabía identificar qué era aquello que me hacía sentir fuera de lugar.

Pero no voy a hablar de mi situación personal y particular, cada persona trans es un mundo diferente. El abanico “trans” es tan amplio como personas que lo formamos, y este es el mensaje que de verdad debería calar en la gente. Durante toda mi vida he escuchado auténticas barbaridades sobre asuntos médicos, sociales, laborales o incluso vitales (creo que de las peores cosas que he llegado a escuchar es que somos homosexuales “confundides”, o que la culpa de la perpetuación de los roles de género es nuestra) pero lo peor que llevo, sin duda, es que una persona cis decida qué es ofensivo y qué no lo es para mí (o para cualquier persona trans). La gente cis se encuentra en una posición de privilegio tan desigual con respecto a nosotres que lejos de ser parte de la solución (cómo el ego de muchos ignorantes les hace creer) son gran parte del problema. No se busca una posición de privilegio por encima, no buscamos que se nos condecore o que se nos tenga lástima (por favor, la lástima es asquerosa); solo queremos que se nos trate cómo lo que somos, personas, sin apellidos que definan cómo vivimos nuestro género y/o sexo. 

No es raro ver artistas famosos (sí, me refiero a Bad Bunny) hablando sobre el colectivo trans cómo si fuesen activistas. Bien, pues os diré algo: un discurso trans mal gestionado o expresado puede hacer más daño que el hecho de no hacer ningún discurso. Desde el primer momento, por ejemplo, a las mujeres trans se les relaciona directamente con la prostitución, porque el hombre cis es terriblemente morboso. Se las ha fetichizado hasta tal punto que han pasado a ser otra categoría de mujer (eso aquellos que las reconocen cómo mujeres, claro). Estoy seguro de que alguna vez en vuestra vida os han dicho que si no sabes de lo que hablas, escucha, infórmate y luego opinas. Bien, pues esto también está dentro de no hablar de lo que uno sabe. Las personas trans no sabemos aquellos problemas que pueda tener una persona cis en relación a su situación cis, y a la inversa es exactamente lo mismo. La empatía no hace que de repente entiendas los problemas de la gente, no da el derecho de legislar, opinar o incluso imponer cómo debemos sentirnos o hacer respecto a nuestra situación de género. Y sin embargo, acatamos lo que la sociedad dicte, porque no podemos (ni queremos, en general) estar fuera de la sociedad, simplemente transformarla para que deje de devorarnos. 

Cómo en todos los colectivos, impresentables y maleducados los hay a puñados. Un punto muy importante es que ser trans no hace que, automáticamente, dejes de ser machista o incluso tránsfobe. Por eso la educación es tan importante. No solo para las personas cis, para las personas trans también. Yo he tenido mucha suerte en la vida: pude comenzar mi transición apenas pasados los 18 años, tengo a toda mi familia y amigos apoyándome; he sabido labrarme mi camino. Pero no todo el mundo tiene la misma suerte. Los adultos con su vida ya hecha muchas veces mueren con esa angustia recorriendo cada nervio de su cuerpo, desde que se levantan hasta que se acuestan, incluso en sueños.

“Porque la sociedad no está preparada”, “es que mi pareja no lo entendería”, “¿y qué pasa con mis hijos?”, “me echarán del trabajo”, “mi familia no volvería a hablarme” y demás pensamientos que no quiero repetir porque me rompo entero. Creo que ya es hora de empezar a asumir las responsabilidades que a cada persona le toca asumir. Siempre he sido partidario de que la gente que se comporta como si el mundo le debiese un favor no tienen ninguna razón, la vida es tan arbitraria como irónica. Ningune elegimos nuestras cartas y sin embargo el mundo sigue estando lleno de tramposes. Preguntarle el dead name (nombre asignado al nacer) a una persona trans, está mal; preguntarle cómo tiene relaciones sexuales, está mal; preguntarle, en general, con morbo, está mal. La experiencia hace que con los años aprendas quién pregunta por morbo y quién quiere hacer de este mundo un lugar más sencillo para nosotres. Pero igual que con la ley, ignorar que no está bien, no quita para que lo estéis haciendo mal. No somos monstruos, no nos comemos a nadie; preguntad. El miedo y la pena son lo peor que podéis hacer. En vez de que te de pena que a esa mujer trans la abucheen porque está en la cabecera de la manifestación del 8M del 2019, invítala a quedarse contigo, demuéstrala que sí la apoyas. En vez de quedarte mirando a ese chico trans en pleno comienzo de transición, sonríele, deja que te hable, no vayas a preguntar inmediatamente su nombre. Somos mucho más intuitives de lo que la mayoría cree. 

Vivimos en 2020 y aún hay gerentes que no quieren cambiar los nombres en los horarios, o gobiernos autonómicos que quieren eliminar la unidad específica para ayudar a gente trans (UIG en el caso de Madrid). No somos ninguna especie aparte, todos los días de vuestras vidas os cruzáis continuamente con personas trans, sin saberlo. Quizá tu jefe, o tu compa, el camarero, la del estanco, en la peluquería… Quizá el conductor del SAMUR que te llevó a urgencias cuando tuviste un accidente. Entonces, ¿qué sentido tiene seguir legislando sobre nuestras vidas si ni siquiera sabéis a qué le tenéis miedo? No pedimos que se nos compense por todo el dolor causado todos los días; respeto, aceptación. Lo que se exige hacia cualquier ser humano. Cada día mueren cientos de personas trans a lo largo de todo el globo; por desgracia muchas mujeres trans. Y eso no se contabiliza cómo feminicidio. ¿Por qué? ¿Por qué al nacer les asignaron un género que coincidió con el del opresor? ¿Acaso alguna conoce cómo vivió esa mujer trans esa etapa de su vida? Las personas trans podemos aportar al feminismo todo lo que el feminismo nos aporta a nosotres, el acogernos bajo su ala y darnos fuerzas para continuar ondeando nuestra bandera. No queremos liderar la lucha feminista (al menos los hombres trans), solo queremos que a ellas sí les dejéis liderarla a vuestro lado.

Todo aquel que me conozca sabrá que siempre digo lo mismo: 24 horas en el cuerpo de una persona trans y la transfobia pasaría a mejor vida; el que lo soporte desarrollaría empatía y el que no probablemente acabaría cómo todos esos nombres anónimos que se barren bajo la alfombra. Casi siempre hablo de lo que implica ser trans con respecto a la sociedad, porque es lo que la sociedad debe entender. Pero que a nadie se le olvide que nosotres libramos una batalla doble: el mundo en nuestra contra y nuestra cabeza contra nosotres mismes. Mantenerse cuerde no es una tarea sencilla. Por eso necesitamos los menos frentes abiertos posibles, que la Sanidad Pública no nos trate cómo a apestados (que no cuesta nada llamar por el apellido), que la burocracia no sea el principal dolor de cabeza y que los profesionales sanitarios sepan que no venimos de otro planeta. Yo repito que he tenido mucha suerte, pero he conocido a mucha gente que no. He conocido a gente que no va a poder leer esto porque la vida pudo con elles, y no necesariamente por el hecho de ser trans. Somos humanos, y como tal, tenemos problemas. Que una persona trans se suicide no implica que lo haya hecho por ser trans. Igual que Buffalo Bill (o Jame Gumb) no debería haber sido una asesina por el mero hecho de ser trans.

Cuando comencé mi transición escribí algo, que a pesar de haber cambiado mucho de perspectiva, refleja la frustración vital de no poder expresarse cómo une desea. 

Desmembrado.
Se ha inmolado incontables veces
al observar al desconocido de su reflejo,
al palpar viejos recuerdos en papel.

Porque es mentira eso de que «a mí me da igual»,
es mentira que los peores monstruos son los de los cuentos,
es mentira que todos somos iguales.

No entendéis una mierda,
con vuestros tecnicismos y etiquetas.
No comprendéis absolutamente nada,
con esos aires de soberbia,
llevando por bandera una lucha que no os pertenece.

Que no sabéis lo que es el dolor de no quererte,
que querer no siempre es poder,
que cuándo te llora el alma
ni el más potente de los fármacos
tiene una mínima posibilidad.

Quince años,
nada más,
y ya ha intentado alzar el vuelo para no volver.
¿Y sigues viéndole como a un actor mediocre?

Entonces yo le abrazo,
susurrando -tranquilo, todo irá bien-.
Y cómo si un halo de esperanza atravesase
toda esa soledad,
se me aferra,
sollozando;
-Acaba ya con esta pesadilla, por favor-.

Sé que habrá mucha gente trans en desacuerdo en muchas de mis palabras; soy una persona muy diplomática, demasiado a veces. Pero me alegra saber que habrá gente en desacuerdo conmigo, significará que están buscando su camino, que ningún eslogan o insulto va a cambiar quiénes son. Porque no venimos de Júpiter, somos seres humanos, y como tal, viviremos nuestra vida de la mejor manera posible, pero sobretodo, la viviremos como cada une de nosotres queramos.