La Línea de Fuego

Hoy gritaré ‘Sola y borracha quiero llegar a casa’

El 6 de agosto de 2015 volvía borracha a casa de una fiesta. Quedaban veinte metros para abrir la puerta cuando un vecino salió a la calle, se abalanzó sobre mí y me arrastró a un callejón. Me dió tiempo a gritar, a correr y a salir viva de aquella callejuela. No denuncié porque nunca llegué a recordar su cara, ni a ubicar con seguridad en qué casa vivía. En mi mente, ese incidente se borró, no lo comenté mucho y fue cayendo en el olvido hasta iniciar años más tarde alguna conversación con amigas al hilo del Me Too.

Recuerdo, que todos los días tenía que pasar por esa calle para ir a trabajar, no había otra manera. Al día siguiente de que pasase aquello, cruzando la calle, miré y me dió un ataque de ansiedad tan fuerte que no supe controlarlo. Mi amiga me cogió por los hombros y me dijo “Ya está”. Hace cinco años, no sabía tanto como ahora de feminismo. Es algo que he ido aprendiendo. No tenía tanta seguridad de hablar de todo lo que nos cruza en canal en esta sociedad ni mucho menos había tejido una red con amigas sobre ello. Por aquel entonces, incluso había normalizado que alguien no creyese mi historia o que mi amiga me hubiese obligado a olvidarlo rápidamente, a no quejarme sin tener que hablar de ello. Creo que por eso, tardé mucho tiempo en contarlo y hoy, cinco años más tarde, escribo sobre ello. 

Después de aquel 6 de agosto, salí más noches y volví a llegar sola y borracha a casa. No pasó nada y es posible que pueda reincidir en esa costumbre. Sin embargo, sobria también me sentí acosada, perseguida y muerta de miedo. Recuerdo cerrar la puerta a toda velocidad en más de una ocasión mientras escribo estas líneas y llorar por sentirme a salvo tras girar el pomo de la puerta. 

«Iba sola», «Estaba borracha» y otras frases que nos criminalizan

“Es una fresca”, “Iba con la falda muy corta”, “Iba provocando”, “Estaba borracha”, “Iba sola” son frases que nos criminalizan, nos culpan y nos dañan. No puede costar tanto trabajo darle la vuelta y cambiar la perspectiva: nunca será mi culpa que me violen, me acosen o abusen sexualmente de mí, independientemente del estado en el que me encuentre. El machismo siempre ha buscado la manera de dar a entender que éramos nosotras las que hacíamos señales para que nos violasen.

Detrás de cada una de las frases anteriores, está la idea de devolvernos al espacio privado, el lugar donde para muchos reaccionarios deberíamos haber quedado. No contemplan el derecho que tenemos de disfrutar de los espacios públicos, de emborracharnos, de vivir, de inhibirse igual que cualquier hombre. La cárcel es tal, que un día de resaca me siento culpable. Paso las horas tirando de memoria para recordar si hice alguna locura indebida. Ese miedo a ser ridícula, entre otras razones, me ha vuelto casi abstemia. 

No hay nada más ruín que malinterpretar una frase del movimiento feminista para sacar rédito político. “Sola borracha, quiero llegar a casa” reivindica nuestra libertad sexual y asegura que ningún derecho queda varado en ningún callejón. 

No estoy haciendo una apología al alcohol, cualquiera que me conozca lo sabrá. Estoy haciendo un llamamiento a la libertad de sentirse seguras volviendo a casa de cualquiera de las maneras. Y, al reconocimiento de que el día que el alcohol deje de ser un disfrute para ellos y un prejuicio para nosotras, será el día que dejaremos de reivindicarlo.