La Línea de Fuego

Más allá de Greta

Si toda la comunidad de Artemisa de Xakirabá se hubiese desplazado como ella a Nueva York la semana pasada, hubieran tenido que pagar una millonada por más de tres días de viaje y probablemente hubieran dejado alguna parte de la amazonía ardiendo. 

La comunidad de Artemisa, al sur de Brasil, no es la única que se ha replanteado las manifestaciones. Cuestan dinero, quitan tiempo de buscar alimento o es necesario alguien que defienda el territorio ante una petrolera o un proyecto hidroeléctrico.

Greta tiene razón en todo lo que dice. La gente está muriendo, la gente está sufriendo y el ecosistema está colapsado. Es el comienzo de una extinción masiva. Y, lo único que pueden hablar es de dinero y cuentos de hadas sobre el crecimiento de económico eterno.

Tiene 16 años y tiene razón en todo lo que dice. A pesar de que haya muchos que quieran taparse los oídos cuando habla y se limiten a decir “que debería estar en el colegio”. Un claro ejemplo de falta de militancia en la juventud, machismo y alergia a los logros intergeneracionales. 

Berta Cáceres, Betty Cariño, Wangari Maathai, Vandana Shiva o las 321  defensoras que fueron asesinadas en 2018, según Front Line Defenders también tenían razón. Más de tres cuartas partes de ellas defendían los derechos de la tierra en un contexto de explotación de las industrias extractivas y megaproyectos alineados por el estado. La mayoría eran de Brasil, Guatemala, Honduras, México o Nicaragua.

En el mismo escenario en el que habló Greta en Nueva York, Artemisa representó a más de 25 millones de indígenas. Hay miles de niñas y mujeres en todas partes del mundo que combaten contra los estigmas de sus propias comunidades, que se enfrentan a los que rigen los grandes negocios o a las propias leyes de su país. Autumn Peltier, Ralyn ‘Lilly’ Sutidtanasarn, Melati e Isabel Wijsen y una larga lista de mujeres no caucásicas que no acaparan ni un tercio de la atención mediática. 

321 defensoras de derechos medioambientales fueron asesinadas en 2018, según Front Line Defenders

A pesar de que la defensa por el clima parece haber pasado de ser una lucha-nicho postmaterialista a un movimiento transversal, en muchas partes del mundo está ocupado por un espectro político en el que ubicarse puede ser motivo de asesinato. Por lo tanto, no es difícil entender que el factor “miedo” pueda haber influido en el número de actividades programadas en cada parte del mundo para el viernes pasado. Frente a los más 500 eventos organizados en Alemania, solo 109 se celebraban en América Latina, una de las partes del mundo más afectadas por el cambio climático y la explotación de recursos por las grandes multinacionales. No eran más de 80 en todo el continente africano, donde el 60% de la población tiene menos de 25 años.  

La defensa de las mujeres por la contaminación de los hombres

El hecho de que un movimiento pueda parecer transversal no quiere decir que lo sea. Aunque muchas pancartas del 27S anunciaban que “el planeta no entiende de ideologías”, esta corriente lo hace casi más que ninguna otra. Hace unos meses, en una conferencia ecofeminista, una chica de 15 años militante de Fridays For Future, comentaba en alto un pensamiento que días antes del estallido de las huelgas estudiantiles yo me preguntaba en voz baja. “Tengo miedo a que haya jóvenes que no quieran unirse porque van a pensar que todo esto está politizado”, decía.

La respuesta era clarísima pero se decía con miedo. Queremos mantener a todo el mundo en el mismo barco porque juntos hacemos más ruido, pero claramente el movimiento ecologista debe ser anticapitalista y feminista. De los cien nombres que encabezan las empresas más contaminantes del planeta, 99 son masculinos. Solo la directora ejecutiva de la petrolera estatal noruega Petoro, Grethe Moen está dentro del ranking. 

De los cien nombres que encabezan las empresas más contaminantes del planeta, 99 son masculinos

La vida de las personas tiene dos inevitables dependencias: la que cada persona tenemos de la naturaleza y la que tenemos con otras personas. Una economía que crece a espaldas de la ecodependencia y de la interdependencia es insostenible. Su ignorancia ha contribuido a alimentar el mito del progreso y la ilusión de la individualidad. El hecho de buscar nuevas formas de organización social y económica que permitan liberarse de un modelo de desarrollo que prioriza los beneficios monetarios sobre el sostenimiento de la vida es claramente político. 

La pregunta es por qué no hemos salido masivamente contra los asesinatos de las líderes latinoamericanas como Berta Cáceres o Betty Cariño. Han pagado con su vida el haber plantado cara a las multinacionales extranjeras que estaban destrozando el planeta y han hecho frente a hombres dentro de su propia comunidad y fuera de ella por defender la tierra.  Por qué ahora sí, cuando quizás hemos desoído a otras mujeres que nos llevan tiempo diciendo que es demasiado tarde.  

Más allá de Greta, Berta o Artemisa y de los nombres propios que puede esconder el nuevo “Green New Deal”, esta cuestión debe apoyarse sobre la huella medioambiental del actual modelo de producción a gran escala y la falta de voluntad de situar los cuidados de la vida cotidiana en el centro. Requiere un cambio de costumbres y por lo tanto, una transformación del sistema económico.