La Línea de Fuego

Gertrude Stein, la mujer que construyó la literatura modernista

Si decimos Gertrude Stein probablemente pocos tengan otra imagen que no sea la fugaz que nos dejó Kathy Bates en ‘Medianoche en París’, donde no nos queda muy claro si aquella mujer rodeada de escritores, pintores y músicos de los años 20 era editora, mecenas o una más de las artistas de la época. Y lo cierto es que Stein era un poco todo aquello: una mecenas que acabó juntando letras e instituyéndose como una de las pioneras de la Literatura modernista.

Pese a haber nacido en Pensilvania y ser criada en California, gran parte de su edad adulta la pasó en Francia. Concretamente en París, en su casa del número 27 de la rue de Fleurs, su hermano Leo y ella comenzaron la que sería una de las mejores colecciones pictóricas de la época. En las paredes de aquella casa colgaban cuadros de Renoir, Cezanne, Gaugain y Picasso, Matisse o Lautrec. Y fue entre aquellos cuadros donde los sábados por la noche se congregaban bajo una cita formal nombres que hoy en día nos resultan tan conocidos como el propio Pablo Picasso, Ernest Hemingway, F. Scott Fitzgerald, Sinclair Lewis o Ezra Pound.

Fue en una de esas noches cuando Stein, contando una simple anécdota sobre el mecánico que le había arreglado el coche de forma un tanto chapucera, acuñó el término bajo el que pasarían a la historia de la Literatura: la Generación Perdida. «Eso es lo que sois. Eso es lo que sois todos vosotros… Todos vosotros los jóvenes que servisteis en la guerra. Sois una generación perdida… No respetáis nada. Os estáis matando con el alcohol», reprendía Stein a Hemingway, quien se encargaría de plasmarlo después en su obra París era una fiesta.

 

La plasticidad de la Literatura

Gertrude Stein y Alice B. Taklas en el 27 de la rue de Fleurs.

Pero pese a todo, Gertrude fue algo más que una mera espectadora literaria. Concibió su forma de hacer literatura como una respuesta a las artes plásticas de la época, al cubismo y al collage, con influencia clarísima de las vanguardias como el dadá. A ello, no debemos olvidarnos de unir sus estudios de «corriente de la conciencia», que realizó junto a William James en la Universidad de Harvard, y que quiso plasmar a través de la escritura automática que después ha sido vista por críticos y estudiosos como un exceso de conciencia.

En consonancia con estos estudios y su forma de hacer Literatura, Stein compuso unos versos que nos han llegado hasta la cultura popular de nuestros tiempos, en especial en nuestro país, donde cierto grupo popero de los ochenta dejó sus palabras plasmadas en una canción. «Rosa es una rosa es una rosa es una rosa». El poema se titula ‘Sacred Emily’ y sí, fue Mecano quien lo cantó después, en 1991, en su canción ‘Una rosa es una rosa’.

 

Los tríos amorosos y la temática homosexual

Tampoco es casualidad que este grupo, uno de los símbolos gays de la música en español (pese al infortunio del pasado año que Ana Torroja y demás protagonizaron en Operación Triunfo con aquello del uso de la palabra ‘mariconez’), usara el verso más conocido de Stein. Y es que si por algo es conocida es por sus obras experimentales donde la homosexualidad es un tema candente.

Q.E.D (Quod Erat Demonstrandum) es su primera obra publicada, en el año 1903, y en ella ya trata esa mezcla entre amor y romance de tres personas que marcará sus historias. Al año siguiente llegaría Fernhurst, un relato de ficción sobre un polémico trío amoroso universitario. Después vendrían Tres vidas o  Tender Buttons, una obra que ha sido considerada como un experimento de cara al lenguaje, con el que Gertrude Stein hace una reelaboración feminista del lenguaje patriarcal.

 

Vida con Alice B. Toklas

Gertrude Stein y Alice B. Taklas.

Pero si por una obra se recuerda a Stein es por la Autobiografía de Alice B. Toklas, donde bajo la excusa de escribir la biografía de la que fuese su compañera de vida (Hemingway se refería a ella como «la esposa de Gertrude»), la escritora da cuenta de su propia vida. Lo cierto es que, al margen de que fuese su compañera, confidente y amiga, Alice quedó relegada en aquellas noches a recibir y ser la anfitriona de las mujeres de los artistas que congreagaba Stein en su casa parisina.

Alice publicó varios libros de recetas (en uno de ellos, por cierto, se da cuenta del llamado brownie de Alice: pastelillos mezclados con marihuana que pasaron a la historia), además de su propia autobiografía, Lo que se recuerda, cuyo fin coincide con la muerte de Stein en 1946.

Sea como sea, Gertrude y Alice contribuyeron a su manera a la introspección del yo y a la normalización de la homosexualidad en la Literatura, aunque a veces pasase por un inevitable halo de masculinidad.