La Línea de Fuego

De pelos y pensamientos

Una de las maravillas del feminismo es que te ayuda a comprender y entender tu cuerpo. Pero también te hace pensar sobre cómo te has estado relacionando con él en su conjunto. Sobre todo, con los procesos y partes que forman parte del mismo como, por ejemplo, la menstruación o el vello corporal.

Hace ya muchos años que vengo reflexionando sobre estos aspectos, aunque más concretamente sobre el vello, vamos, sobre todos los pelitos que forman parte de mi cuerpo. Desde entonces, he aprendido a admirar los pelos de mis axilas, a verme sexy con las ingles sin depilar y a salir a la calle sin miedo por llevar pelos en las piernas. Sin embargo, el pelo de mi cabeza siempre se había mantenido de una forma patriarcalmente femenina. Una melenita, más o menos larga, pero siempre melenita.

Todo este mes de octubre he estado viendo mujeres de mi entorno que se atrevían a rapar partes de sus cabezas, cuando no toda la cabeza directamente. Esa decisión me parecía de máxima libertad y yo no podía parar de ver fotos de modelos femeninas con cortes de pelo muy muy cortos, con cortes de pelo, porque no decirlo, “de chico”. Es decir, con pelos cortos, de esos que no llevan tiempo de cuidado ni de peinado, de esos que son dignos de la masculinidad hegemónica.

Cortar por lo sano

Decidí que yo también quería saber qué se sentía cuando el pelo no caía de tu cabeza. Me decidí a ir a la peluquería. Raparon mi nuca y mientras veía caer los largos mechones no podía pensar otra cosa que: “¡Diosa Belén lo estás haciendo!”. En la parte de arriba mantuve mi flequillo y corté lo demás muy muy corto.

Nada más levantarme de la silla me sentí libre, libre como jamás me había sentido después de un corte de pelo. También me sentí muy muy sexy. Llegó el momento de salir de la peluquería y enfrentarme a los comentarios de toda la gente que me conoce y con la que me relaciono en mi día a día.

He de decir que, antes de atreverme a hacerme el corte, varias amigas me advirtieron de que era “muy arriesgado” de que ahora “tendrás que maquillarte siempre”. Me aconsejaron tomarme más tiempo para pensarlo, como si no fuese algo que yo llevaba pensando demasiado tiempo.

Reacciones 

Después de cortarme el pelo muchas mujeres me han mirado con cierta envidia por haberme atrevido, me tocan la nuca y me dicen “qué cómodo, qué maravilloso”. Otras confiesan que ellas llevaron la cabeza rapada pero que estaban feas así que, aunque era comodísimo, volvieron a dejar crecer sus melenas. Otras me dicen: “yo jamás me atrevería pero te queda muy bien”. Aquí, yo solo escucho “te has atrevido a romper este imperativo de la feminidad, por suerte te queda bien, pero has sido demasiado valiente”.

Porque sí, queridas lectoras, el pelo también está dominado por el sistema patriarcal y mientras el del cuerpo debe desaparecer, el de la cabeza debe permanecer, largo a ser posible. Porque las melenas son un arma de seducción y de sensualidad. Además, nos harán perder un montón de tiempo (y de dinero) en mantenerlas bonitas, en peinadas y limpias, etc. Tiempo que podríamos estar empleando en cuidar a nosotras mismas, por ejemplo.

Luego hay otro tipo de mujeres a las que denominaré, como ya hizo June Fernández, “guardianas del género”. Estas son las mujeres que me dicen “deberías ponerte pendientes” y “píntate los labios siempre”. Estas son mujeres que me quieren, amigas que me dicen todo esto desde su más tierno amor para que mantenga mi feminidad intacta.  Para que, si un hombre me mira, aunque lleve el pelo corto, vea mi maquillaje y pueda leerme como una mujer. Para que yo, en definitiva, no pierda toda mi esencia femenina y pueda seguir siendo un objeto de deseo. No lo dicen con ninguna maldad, por supuesto. Lo que pasa es que no quieren que me enfrente al mundo en el que viven las mujeres que no son deseadas por los hombres cisheterosexuales. Ellas no saben que yo ya no vivo en ese mundo.

Los hombres, por supuesto, también han reaccionado a este cambio de look «radical». A la mayoría de mis amigos les parece que estoy «rarísima». Compañeros de trabajo me preguntan por qué he decidido hacerme «esto». Supongo que choca que una mujer se aparte de la feminidad porque quiere.

¿Y tu novio qué dice?

Mi novio, que nunca querría influir en mis decisiones, afirma que él prefiere el pelo largo. Aunque me ha animado a cortarme el pelo, porque sabe que es lo que yo quería. No es raro, al fin y al cabo, que me prefiera con el pelo largo. Los patrones de deseabilidad heterosexual nos afectan a todxs.

Ninguna de estas reacciones me ha molestado especialmente. Entiendo la diversidad y la verdad que he disfrutado viendo sus reacciones y pensando en cómo iba a ponerlas por escrito (deformación profesional). Lo que sí me ha molestado ha sido la cantidad de gente que me ha preguntado qué opinaba mi novio sobre mi corte de pelo. Es decir, para toda esa gente la opinión que más importaba era la de él, no la mía. Y esto, queridas, me cabrea.