La Línea de Fuego

The Slits, la Otra cara del punk

Viv Albertine y Ari Up, del grupo The Slits, vía NME.

En el verano de 1976, en el sótano de una casa okupa del londinense Notting Hill, se reúne por primera vez un grupo que se hace llamar The Flowers of Romance, cuya vida es más bien breve debido a los intereses diversos de sus miembros, y también, por qué no decirlo, a la inexperiencia. Una banda que no suena familiar prácticamente a nadie; salvo que encima de ese sótano vive un tipo llamado Joe Strummer, que por aquella casa desfilan desde John Lydon a Mick Jones pasando por Siouxsie Sioux, y que entre los integrantes de la banda se encuentran Sid Vicious, Viv Albertine y Palmolive. Del primero no hace falta decir mucho; las dos mujeres serían dos de las figuras femeninas más importantes de la escena punk londinense, pero la historia del rock las ha relegado a “novias de” y “amigas de”.

El experimento Flowers of Romance no llegó a ninguna parte, pero respondía a un intento de crear una banda que mezclase hombres y mujeres a partes iguales. Si por algo se caracteriza el punk es por democratizar el rock, y la cuestión del género no iba a ser una excepción. También en ese mismo año, 1976, Mick Jones, a la sazón pareja de la misma Viv Albertine, buscaba frenético una vía en la que canalizar su enorme talento y su educación artística, y en ese momento estaba obsesionado con el glam rock y con Marc Bolan; Strummer, por su parte, giraba por los pubs de Londres con The 101ers y gozaba ya de cierto éxito, y el gran estallido del punk (y su comercialización) aún estaba por llegar. John, como llama Albertine en sus memorias a Sid Vicious, es un tipo tímido al que Viv conoce por medio de Johnny Rotten, que toca el saxofón y que ha huido de una madre heroinómana y un hogar desestructurado. Sid aún no ha comenzado a colgar imperdibles por toda su ropa y pronto él y Viv se convierten en mejores amigos, con la famosa tienda de Vivienne Westwood y Malcolm McLaren como centro neurálgico y punto de encuentro. Londres hierve de talento, de descaro, de orgullo de clase, y sobre todo de mujeres que impulsan la escena en su momento, aunque no se las recuerde tanto.

The Slits (literalmente “Las Vaginas”) es el resultado más notable de este intento de democratización del rock; uno de los pocos grupos de la escena formado enteramente por mujeres. Constituye el segundo intento de Viv Albertine de formar parte de un grupo, y esta vez lo consigue como guitarrista; se une en 1977, aunque el grupo ya llevaba activo desde 1976. Junto a ella, la formación definitiva la conformarán la histriónica Ari Up como cantante, la española Paloma Romero (o Palmolive, como la rebautiza Paul Simonon, bajista de The Clash, porque le costaba pronunciar su nombre) a la batería yTessa Pollit al bajo. Mezclan ska, reggae, pop, con ecos de lo que estaban haciendo los grupos de la escena pero sin acercarse a ninguno. Su experimentación hasta los límites las lleva a tener muy corta vida, pero a cambio arriesgan y son más punk que los propios iconos. Para muestra un botón: mientras Vicious sangraba por la nariz y el pecho en el escenario en una de las imágenes más icónicas del punk británico, Ari Up dejaba que la compresa improvisada le asomara por las bragas y se meaba, literalmente, sobre el escenario. En palabras de Albertine: “Nunca una chica había meado sobre un escenario. Pero Ari no lo hizo por una cuestión de rebeldía ni para escandalizar a nadie, simplemente necesitaba hacer pis”. En sus canciones hablan de Sid y su magnética personalidad, de la heroína, que ya empezaba a secuestrar a algunos de su círculo, de los estereotipos, de Londres. De su tiempo, en definitiva.

Viv Albertine, Sid Vicious y Siouxsie Sioux en el 100 Club en 1976, vía Pinterest.

El cuarteto comenzará a tocar antes que Sex Pistols y The Clash, impulsadas también por ellos, y sin tener ni idea de cómo coger un instrumento, excepto Palmolive. Todos se mueven en los mismos círculos, frecuentan los mismos pubs y los mismos barrios. Ensayan en las mismas casas okupas. Sin embargo, no obtienen el mismo trato; durante la gira White Riot de The Clash (en la que ellos ponen parte de su dinero, ya que el manager no las quiere allí) deben ir en otro autobús. Incluso tienen problemas para alojarse en el mismo hotel que Jones y los suyos. Se excusan en su conducta, sobre todo en la de Ari Up; van borrachas, pero no menos que Strummer, que ya en ese momento comienza a tener un problema con el alcohol. Sin embargo, la auténtica razón reside en su vestimenta: no llevan sujetador, sino ligas, medias de rejilla, las bragas por fuera, corsés bondage. Escriben canciones sobre sexo y sobre robar en tiendas; no hacen nada que no haga Sid Vicious algo después, y con peores consecuencias.

Mientras el cuarteto tiene sus idas y venidas, experimenta con el dub y consigue sacar un álbum, Cut, con Island Records (que pronto las echará sin mediar apenas palabra), Pistols, Clash y Buzzcocks, las caras más visibles, viven en sus propias carnes la mercantilización del punk, sobre todo a través de Malcolm McLaren, artífice del concierto en el Támesis por el Jubilee de la reina en 1977, que se considera el punto a partir del cual el punk pierde su esencia de clase. Por la ciudad ya se mueven grupos como The Jam, que van girando hacia el new wave, y el punk estadounidense reina en la escena.

En 1981 la formación original de las Slits se separa. Sid ya estaba muerto, los Clash daban sus últimos coletazos, Siouxsie and the Banshees se reciclan y Viv Albertine deja incluso de escuchar música, como cuenta en sus memorias. El punk ha sido apenas un fogonazo; pero un fogonazo en el que, pese a lo que nos haya hecho creer la historia, las artistas constituyeron una parte crucial. En palabras de Albertine, querían, como ellos, “sonar como nosotras sonamos, que no pulan ni arreglen nuestra música”.