La Línea de Fuego

‘El placer de vivir sola’ o clásicos para la vida moderna

Hay escritos que no pasan de moda. Los elevamos a la categoría de clásicos pero pocas son las mujeres que los firman. Y en parte esta premisa es la que ha llevado a Lince ediciones a reflotar los textos que Marjorie Hillis escribiera en 1936 y se convirtiese en una verdadera revolución. Y es que, en los años 30 vivir sola por elección propia era, cuanto menos raro.

La felicidad de toda mujer dependía, cómo no, de abandonar la soltería a una edad razonable con un hombre que pudiese proveerla de una casa y una vida en la que las fiestas con amigos y cuidar a los hijos sería el todo. Qué sorpresa debieron llevarse las lectoras -y sobre todo los lectores, si hubo alguno- al descubrir que la felicidad también se podía tener a través de la independencia económica y emocional.

Y para que se dieran cuenta de ello escribía Marjorie sus consejos, con casos prácticos incluidos en los que se ejemplificaba cómo cierta mujer era capaz de vivir sola y tener una estupenda vida en esta condición. Advierte Hillis en muchas ocasiones que la apodada solterona (livealoners fue el término que se acuñó después de la publicación del libro) por excelencia a menudo encontraría en su círculo de amistades y familia un cierto resquemor a tener que hacerse cargo de la carga, valga la redundancia. Nada más alejado de la realidad, literalmente.

Hillis cuenta con pelos y señales cuáles serían los contras, pero sobre todo los pros, de vivir sola en aquella época. Sin embargo, en una lectura contemporánea y alejada de aquellos años de entreguerras donde todo parecía ir viento en popa, quien se enfrente a estos textos sin perspectiva histórica puede chocar con algunas ideas.

En reiteradas ocasiones a lo largo del texto la autora incide en la necesidad de, pese a ser soltera y vivir sola, llevar vida de reina. Aunque tu sueldo no alcance, pero siempre mostrar más de lo que tienes. Ten dos trajes, pero que sean buenos. Un apartamento pequeño, pero coqueto. Invita a tus amistades a cenar, rechaza invitaciones cuando quieres ir al evento para otorgarte un aire de mujer ocupada. Desde mi punto de vista, el pero que encuentro a todo esto es la imagen necesaria de mujer perfecta «pese a todo». Quizás este punto es el que más alejado nos pueda resultar hoy en día al rescatar esta lectura.

Pese a todo, y teniendo en cuenta que en 1936 cualquier signo de emancipación podía resultar revolucionario e insolente, nunca está de más recordar que hubo mujeres que se atrevieron a ir más allá, a desafiar las costumbres y a la sociedad. Y que por ellas somos quienes somos.