La Línea de Fuego

Libros para conmemorar el Día de las Escritoras

Hoy es el Día de las Escritoras y en La Línea de Fuego hemos querido hacer una lista de nuestros libros favoritos de todos los tiempos escritos por mujeres, por todas aquellas a las que se silenció y censuró durante tanto tiempo. Parafraseando a Gregory Corso en una conferencia sobre la generación beat, hubo mujeres y algún día se hablará de ellas. Hoy es ese día. Un día, serán todos.

El mundo deslumbrante, de Siri Hustvedt. «Yo no soy ese dechado de virtudes, una Penélope que espera a Ulises mientras rechaza a los pretendientes. Yo soy Ulises. Pero lo descubrí demasiado tarde. Yo soy Ulises, pero he sido Penélope»

Recuerdos de mi vida como mujer, de Diane di Prima. «‘La Virgen María es mujer, ella se lo explicará a Dios’. Esta era la respuesta a los caprichos de la existencia humana, la debilidad de la carne, especialmente de la carne femenina, que me dio un respiro para pensar. Indicaba, por un lado, que la Virgen María sabía mucho más que Dios los entresijos de la naturaleza humana, lo que despertamos y, por así decirlo, que ella tenía una tolerancia, inteligencia y humor que tal vez le faltaba a la divinidad masculina.

Personajes secundarios, de Joyce Johnson. «Nosotros, los niños de los silenciosos de los cincuenta, sabíamos muy poco de las realidades políticas. Vivíamos en la ilusión de que nuestra pasión nos bastaría. Creíamos, como dijo en una ocasión Hettie Cohen Jones, que para cambiarlo todo sólo hacía falta empeñarse lo suficiente».

Un lugar pagano, Edna O’Brien. «Tú te mordiste la lengua. Eras igual que Emma, tenías un secreto cosido por dentro. No lo alimentarías, ni siquiera en la intimidad, no ibas a rememorarlo, a revivirlo una y otra vez para recuperar los instantes, los picos de placer. Fue un retoño que se marchitó antes de florecer. Erais como dos personajes situados cada uno a un lado del Helesponto».

Nada, de Carmen Laforet. «Tal vez el sentido de la vida para una mujer consiste únicamente en ser descubierta así, mirada de manera que ella misma se sienta irradiante de luz».

En esta noche, en este mundo, de Alejandra Pizarnik. «He dado el salto de mí al alba.
He dejado mi cuerpo junto a la luz
Y he cantado la tristeza de lo que nace».

Un palacio en la arena, de Edna St. Vicent Millay. «La vida en sí misma
No es nada,
una taza vacía, un tramo de desnudas escaleras.
No basta que anualmente, bajando esta colina,
Abril
Llegue como un idiota, balbuceando y esparciendo flores».

Una chica en la carretera, de Jan Kerouac. «La cosa se prolongó durante horas, la vieja abriéndome las piernas y ordenando «Empuje… empuje, señora». Yo estaba convencida de que se me iba a partir la pelvis. […] Sentí una tremenda presión y algo como un globo de agua brotó de entre mis piernas intacto. La tensión desapareció y mi mente quedó en blanco. Ni siquiera se me ocurrió preguntar por el bebé. La voz áspera de la vieja me llegó muy lejana: -Es niña… y no vive… su bebé».

Pájaros de fuego, Anaïs Nin. «Aun siendo distintos en carácter, inclinaciones, costumbres y vicios, todos los escritores tenían un rasgo en común: eran pobres. Irremediablemente pobres».

Jane Eyre, de Charlotte  Bronte. «Toda la casa estaba en silencio, porque con excepción de Rivers y yo, creo que todos dormían. La única luz que había estaba próxima a consumirse, la luna iluminaba la pieza, mi corazón latía con fuerza y de repente, una extraña sensación recorrió mi cuerpo desde la cabeza a los pies. No fue como un choque eléctrico, pero si tan agudo, tan rápido, tan extraño como él. Mis sentidos todos se confundieron en una sola y poderosa acción, y parecía haberme convertido en oído y vista».

Poemas, de Safo. «Sólo cerrando las puerta detrás de uno se abren ventanas hacia el porvenir».

Un cuarto propio, de Virginia Wolf“Puede estar empezando a emplear la escritura como un arte, no como un instrumento de autoexpresión”.

Una mujer, de Sibilla Aleramo. «Un libro de amor y dolor, que sea insoportable y fructífero a la vez, inexorable y compasivo, que muestre al mundo entero el alma femenina moderna. Un libro que traduzca todas las ideas que se me han estado agitando durante años y deje la huela de la pasión. Una obra maestra equivalente a toda una vida».

Poemas políticos y eróticos, de Anne Quetzal. «Un pájaro azul es sólo un pájaro azul si no posa en nuestras manos un pedazo de cielo».

Memorias de Leticia Valle, de Rosa Chacel. “En la base de mi buena conducta había existido siempre el temor de ser cogida en falta. Yo lo sabía bien, y muchas veces me decía que si no mentía ni hacía otras cosas peores era porque si alguien llegase a comprobar que yo no era intachable, me moriría de un ataque de soberbia.”