La Línea de Fuego

‘El despertar’ de la literatura sureña estadounidense… firmada por mujeres

Sitúense: Luisiana, San Luis, Lafayette, Nueva Orleans, ciudades del sur de Estados Unidos, el río Misisipi bañándolas y una sociedad criolla que empieza a ser consciente del racismo y el mestizaje sobre el que se sustenta, en pleno siglo XIX. Así, rodeada de la cultura cajún y con este panorama como telón de fondo nace la narrativa de Kate Chopin, cuya pluma constituye uno de los primeros testimonios de la narrativa sureña estadounidense del siglo XIX.

Nacida bajo el apellido O’Flaherty, como casi no podía ser de otra manera, Kate provenía de una familia emigrante. Su padre, irlandés, su madre, de ascendencia gala y fuertemente arraigada en la comunidad criolla francesa de San Luis. Su historia familiar no puede ser más prototípica para la época y el lugar. Su padre fue uno de los fundadores del primer ferrocarril transcontinental del país y su marido, Oscar Chopin, de quien tomó el apellido, trabajaba en la industria algodonera. Lo que no era tan prototípico era su forma de ver la vida.

Al rozar la veintena de edad Kate comenzó su incursión en la vida de la alta sociedad de San Luis y, desde entonces, su crítica a lo establecido se haría casi una constante en su vida. De su relación con esta alta sociedad sureña conocería de primera mano a cantantes y actrices de ideas liberales que le harían plantearse el por qué de muchas cosas. La primera de ellas, su relación la Iglesia católica, de cuya mano había recibido su educación. Empezó a cuestionar la autoridad eclesiástica por considerar que dominaba a las mujeres y desde entonces su modo de vida, considerado algo promiscuo y desafiante para la época, la puso en el punto de mira. Kate optó por no dejarse llevar por las costumbres y luchar por su emancipación como mujer cuando el simple acto de andar sola por la calle molestaba a sus vecinos.

Junto a esta necesidad de rebeldía, la ya no tan joven Kate Chopin desarrolló la necesidad de contar. Tras la muerte de su marido y de su madre su vida se fue torciendo y a causa de una crisis nerviosa comenzó a escribir por sugerencia de su médico como una forma más de terapia y desahogo. Fue así como en la década de 1880 publicaciones como Atlantic Monthly, Harper’s Young People o Vogue se hicieron eco de sus escritos, en los que tan fielmente pintaba el panorama de la época: racismo, esclavitud, misoginia son algunos de sus temas principales.

A punto de acabar el siglo XIX, apenas cinco años antes de su muerte, The Awakening, su primera novela veía la luz envuelta en un ciclón de duras críticas que olvidaron el plano literario para centrarse en el moral. Traducida en castellano como El despertar deEdiciones Mármara (con traducción de Esther García Llovet), la que fuese la primera novela publicada de Chopin gira alrededor de cierta etapa de la vida de Edna Pontellier, una señora de la alta sociedad de Nueva Orleans cuya visión de las cosas no encaja demasiado en lo socialmente aceptado. Madre y esposa que nunca quiso serlo, trata de descubrir una nueva sexualidad a través de sus amantes, tanto platónicos como reales.

El despertar es una de las primeras novelas escritas por mujeres en la zona sur de Estados Unidos donde se tratan estos temas sin condescendencia alguna. Atrás queda la figura de aquella Madame Bovary loca. Edna tan solo es una mujer, como otra cualquiera, que quiere ver más, conocer más, experimentar más. Y hacerlo sola.

En una época en la que ni siquiera existía el feminismo como tal, Kate Chopin se atrevió a ir a contracorriente, a desafiar la autoridad impuesta y dejar por escrito lo que sería el inicio del modernismo literario en Norteamérica, sirviendo de guía a autoras como Eudora Welty, Flannery O’Connor, Katherine Anne Porter y escritores como William Faulkner, Henry James o Tennessee Williams. Nunca subestimemos el poder de una mujer que despierta.