La Línea de Fuego

La ansiedad, una enfermedad millenial

Tener un buen trabajo y una buena pareja.  Hacer bien tu trabajo y estar bien con tu pareja. Que te de tiempo ir al gimnasio después de salir de la oficina, a ese al que te apuntaste en enero como «propósito de año». Cumplir los propósitos de año nuevo.  Estar «en forma» y comer bien, nada de ultraprocesados. Dejar de fumar.

Vivir en un buen piso en el centro de la ciudad, o a las afueras si lo prefieres, pero un buen piso. Que este siempre limpio.  Ahorrar dinero, pero tener dinero y tiempo para poder viajar, que te abre la mente. Leer todos los libros que puedas, ver las series que están de moda para comentarlo después con tus amigos, y las películas «clásicas» que no viste para que no sea demasiado tarde decir «no he visto El Padrino, ¿me perdonáis?. No morderse las uñas y estar depilada 24/7.   Y cuando tengas todo eso controlado a la vez, quizá tienes que dejarlo todo y volver a empezar en otra ciudad. Quizás en otra ciudad.

Y después de todo eso, no he tenido tiempo para disfrutar de presente,  porque en lugar de ver el agua que tengo en el vaso, he perdido tiempo en ver la que me quedaba para llenarlo. Y eso, es el primer signo de infelicidad.

Debemos ser inconformistas y luchadoras. Debemos despreciar la idea de que el trabajo nos sacará de la crisis, sobre todo en un sistema que sigue fomentando la precariedad y que no presta atención al esfuerzo y el trabajo que hemos depositado para conseguir un empleo digno. Debemos luchar por cambiarlo porque nos hemos comido «con papas» la idea de la meritocracia. Sin embargo, todo eso, no eso no tiene que ser ni por asomo, sinónimo de infelicidad propia o de falta de empatía por los demás.

Un psicólogo en una sesión grupal levantó un vaso de agua. Ya todo el mundo esperaba la típica pregunta: ¿Está medio lleno o medio vacío? Sin embargo, preguntó:

– ¿Cuánto pesa este vaso?

Las respuestas variaron entre 200 y 250 gramos.

El psicólogo respondió: «El peso absoluto no es importante, depende de cuánto tiempo lo sostengo. Si lo sostengo 1 minuto, no es problema, si lo sostengo una hora, me dolerá el brazo, si lo sostengo 1 día, mi brazo se entumecerá y paralizará. 
El peso real del vaso no cambia, pero cuanto más tiempo lo sujeto, más pesado, y más difícil de soportar se vuelve.»

Y continuó: «Las preocupaciones de nuestro día a día son como el vaso de agua. 
Si piensas en ellas un rato, no pasa nada. 
Si piensas un poco más empiezan a doler, pero si piensas en ellas todo el día, acaban paralizándote, te impiden hacer nada»

¡Acuérdate de soltar el vaso!