La Línea de Fuego

Virginia Woolf o cómo intentar entender el porqué se suicidaban muchas mujeres creadoras

fuente: Wikimedia Commons

Hoy hace justo 77 años desde que Virginia Woolf decidiera llenarse los bolsillos de su abrigo con piedras y saltar al río Ouse para acabar con su vida. Virginia Woolf, otra gran escritora, ahora encumbrada, una de las grandes referentes del movimiento feminista con su famosísima Una habitación propia (1929), otra gran mujer creadora que decidió suicidiarse.

El suicidio es un tema del que poco se habla, un tema que se trata entre el oscurantismo entre quienes lo han sufrido de cerca y cuya palabra busca evitarse a toda costa. Sin embargo, el suicidio es algo que pasa más de lo que quisiéramos. Varias de mis autoras favoritas decidieron terminar con sus vidas antes de tiempo. Me resulta inquietante el porqué estas mujeres que ahora son referentes y modelos para tantas chicas decidieron suicidarse. Al margen de las enfermedades mentales que muchas de ellas tenían diagnosticadas (y permitidme aquí que no le dé mucha importancia a esto ya que a las mujeres siempre se nos han diagnosticado problemas mentales, sobre todo si queríamos crear) me resulta inquietante por qué una mujer, como Virginia Woolf (o muchas otras creadoras) decidió terminar con su vida.

Virginia Woolf nació en el seno de una familia inglesa de clase alta. Su padre era literato y en su casa se celebraban diversas reuniones con distintos escritores como, por ejemplo, Henry James. El ambiente en el hogar favorecía, pues, la creación literaria de esta joven inglesa que se convirtió en una de las principales representantes del modernismo inglés del siglo XX y que pasó a formar parte del Círculo de Bloomsbury, un grupo de intelectuales de la época.

Virginia Woolf. Fuente: Wikimedia Commons.

Con su ya mencionada Una habitación propia, Virginia Woolf se ha convertido en una de los principales referentes del feminismo y este texto en uno de esos «imprescindibles». Con este ensayo la autora quiere reclamar que las mujeres, para crear, necesitan dinero y una habitación propia, es decir, necesitan la independencia tanto económica como total en sus momentos de creación. Estas reivindicaciones que parecen tan simples son realmente importantes si tenemos en cuenta que históricamente las mujeres no han trabajado, por lo que no han tenido independencia económica, y que quizás la habitación más propia que hayan tenido en sus casas ha sido la cocina. Este ensayo es un grito a la independencia femenina y una obra que ha ayudado a muchas chicas y mujeres a comprender que todas necesitamos nuestro espacio y, por supuesto, nuestra independencia.

Tan importante como este ensayo son otras novelas de la autora en cuyas tramas se pueden observar temáticas y debates que siguen estando vigentes en el discurso feminista contemporáneo. Una de las más conocidas, Orlando (1928), narra las vivencias de un joven aristócrata que empieza la novela siendo un hombre y la termina siendo una mujer. La fluidez de género y de sexo en la misma está tratada con una naturalidad exquisita. El o la joven Orlando tiene reflexiones en cuanto a las diferencias entre hombres y mujeres en las que critica ampliamente los roles de género impuestos, la brutalidad y valentía impuesta a los hombres así como la delicadeza y debilidad impuesta a las mujeres.

Quizás una de las joyas de esta novela sea el momento en el que Orlando se empieza a dar cuenta de lo que conlleva ser una mujer, algo que se puede ver muy bien cuando se habla de la «pureza» de las mujeres:

«El edificio entero de la moral femenina descansa en esa piedra fundamental; la pureza es su joya, su eje central, que deben proteger hasta la locura y cuya pérdida no deben sobrevivir. Pero si durante treinta años uno ha sido hombre, y para colmo embajador, si uno ha tenido una reina entre sus brazos y una o dos damas de menos alcurina (…) el sobresalto no es tal vez tan terrible». 

Esta novela trata por tanto el tema de la fluidez de sexos y género, algo totalmente a la orden del día en el llamado feminismo queer, cuya máxima exponente es la estadounidense Judith Butler con su conocido El género en disputa (1990), uno de los textos fundamentales dentro de este feminismo. Para la autora el binarismo de género y de sexo es algo que está destinado a desaparecer. Butler apuesta por la fluidez de los sexos y géneros y resalta el carácter performativo de los mismos. Además, Butler afirma que tanto el sexo como el género son construcciones sociales.

Además, Orlando está dedicada a Vita Sackville-West, poeta, contemporánea y amiga de Virginia. La autora Pillar Bellver publicó en 2016 en la Editorial Dos Bigotes un libro titulado A Virginia le gustaba Vita una obra en la que la autora mezcla fragmentos escritos por ella como ficción escrita por la autora en una correspondencia que imagina que estas dos mujeres mantenían. Muchos son los rumores y teorías que hablan sobre el amor que había entre estas dos mujeres, algo que sin duda mitifica la relación entre las mismas y cuestiona la heterosexualidad normativa.

Pero además, Virginia tiene otras grandes novelas como La señora Dalloway (1925)Al faro (1927). La primera narra la historia de una mujer a través de un día en su vida y en la otra se cuenta la historia de una familia en sus visitas a una isla escocesa. Fue con estas dos obras con las que la crítica comenzó a encumbrar la figura de esta escritora comparándola incluso con James Joyce y alabando lo arriesgado y novedoso de los recursos literarios que Virginia utilizaba en sus novelas.

Hace 77 años que un río arrastró a Virginia, 77 años que perdimos a una de las mejores plumas del período de entreguerras, 77 años que una mujer creadora se suicidaba y aunque sigo sin poder comprender el motivo, al menos puedo seguir entendiendo a Virginia a través de sus obras, que, por suerte, harán que ella sea eterna.