La Línea de Fuego

Insomnio por multitarea

El insomnio es un tipo de trastorno en el sueño, aquel que no te deja dormir. Las personas con insomnio se tiran noches y noches sin pegar ojo. Yo, por suerte, nunca he padecido de este mal. Hasta que, de pronto, decidí estudiar un máster mientras seguía con mi trabajo. Un trabajo de esos precarios con contrato de veinte horas semanales (que acaban rozando las cuarenta casi siempre) en una multinacional donde se trabaja día y noche, bendito capitalismo. Estudio un máster presencial que sólo tiene clase dos tardes por semana por lo que las profesoras nos mandan una gran cantidad de trabajos y lecturas para realizar en casa porque «tenemos tiempo». Llegados a este punto, hay días que no puedo dormir más de cinco horas (¡y ni siquiera seguidas!). Mi insomnio es pues una causa de la multitarea.

Si a estas actividades que tengo que realizar de manera obligatoria, una para poder comer y la otra para avanzar en mi carrera profesional, le sumamos todas aquellas que he de realizar como encargarme de lavar mi propia ropa o prepararme comida, mantener un mínimo de vida social para cuidar las relaciones con la familia, los amigos y la pareja, y dedicar un pequeño espacio al ocio personal. Mi vida se reduce a un bucle de falta de sueño y actividades realizadas con el 50% de mis capacidades intelectuales.

Toda esa situación me hizo recordar ese doble discurso que recibimos las mujeres. Por un lado, el anticuado modelo de «ángel del hogar». Sí, aunque parezca una locura aún hay algún macho suelto que defiende que el lugar de las mujeres está en casa y que nosotras hemos invadido el espacio público que les pertenece a ellos por el simple hecho de ser hombres. Un claro ejemplo de este modelo lo encontramos a principios del pasado noviembre cuando un reputado hombre (no quiero mencionar su nombre, lo que no se nombra no existe) declaró que, en parte, el problema del paro en España es de las mujeres por incorporarse a la vida laboral. Vamos que si siguiéramos siento todas «ángeles del hogar» los hombres podrían trabajar, no habría paro y España sería un país genial. Además, en diversas sociedades y desde diversas religiones se sigue fomentando el papel de la mujer doméstica, madre y esposa.

Por otro lado tenemos esos mensajes cargados de «optimismo» en los que se nos presenta a las mujeres como «heroínas», lo que se conoce como el modelo de «superwoman». Estas son aquellas mujeres que tienen tiempo para el trabajo, para la casa y, además, les sobra tiempo para ir a la peluquería y a hacerse la cera pues deben estar siempre bellas, siempre perfectas, el cansancio no existe. Todo muy en la línea del dictamen patriarcal de belleza femenina.

A mi modo de ver, encuentro aquí una especie de «castigo» a esas mujeres que quieren, o tienen por necesidad, que trabajar. ¿Queréis trabajar? Muy bien, pero además debéis seguir desarrollando todas las labores domésticas e invertir una parte considerable de vuestro tiempo (y de vuestro dinero) en manteneros bellas.

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Esta dispersión de la concentración en tantas tareas simultáneas hace que no puedas dedicarte en cuerpo y alma a la tarea que más te importa, pongamos, por ejemplo, tu carrera profesional o una investigación universitaria que estás desarrollando. Una mujer con grandes aspiraciones laborales o académicas necesita centrar su atención en aquello a lo que quiere llegar, como hacen muchos hombres. No me imagino a uno de esos grandes hombres de negocios o a un científico reputado, preocupado por qué hará de comer el sábado cuando venga la familia. Los hombres se concentran en lo que les interesa, de ahí la afirmación de que «no pueden hacer dos cosas a la vez». Por contraposición nosotras sí, nosotras hemos logrado esa capacidad para realizar multitarea. Una capacidad que no hemos desarrollado por gusto sino más bien por obligación, cuando históricamente las mujeres se ocupaban al mismo tiempo de la casa y de los hijos no les quedaba más remedio que tener veinte ojos. Esta capacidad la hemos ido arrastrando como una losa pintada de ventaja sobre los hombres. Nos encanta decir «es que los hombres no podéis hacer dos cosas a la vez» y no nos damos cuenta de que para los grandes hechos, para las tareas de complejidad intelectual, no es necesario hacer dos cosas a la vez sino centrarte en lo que de verdad te importa. Porque no tenemos que poder con todo, no estamos obligadas. No vamos a fracasar por ello como mujeres.

Mi admirada Virginia Woolf ya lo explico en su famosísima obra Una habitación propia. «Lo único que las mujeres necesitan es una habitación propia y 500 libras al mes». O lo que es lo mismo, un espacio privado para ellas mismas, donde puedan desempeñar sus capacidades intelectuales sin ningún tipo de distracción. Esta idea es incompatible para las que tenemos que trabajar por necesidad. Incompatible con este sistema capitalista y patriarcal que condena a las mujeres a la multitarea y que además proclamará orgulloso la capacidad de las mujeres para hacer varias cosas a la vez. Como consejo, os invitó a que cerréis las puertas de todas vuestras habitaciones propias y os dediquéis a vosotras, porque yo no quiero poder hacer varias cosas a la vez.