La Línea de Fuego

Salvavidas de papel

¿Sabes cuando llegas a casa destrozada después de un largo día y por fin te quitas los zapatos y pones los pies en la mesa? Eso es la literatura, esa es la sensación que produce abrir un libro que estás deseando leer: como si ya estuvieras en casa, como si pudieras ser tú mismo por fin entre sus páginas.

Probablemente todo empezase en esa etapa infantil, a los dos o tres años, cuando no sabías leer pero ya eras capaz de memorizar La bella durmiente porque tu madre te lo leía cada noche. Entonces tu padre te inculcó el amor por los libros. Siempre está con uno en la mano. Y ese es un regalo que nunca le podrás agradecer lo suficiente. Fue en aquel momento cuando empezaste a intuir que la literatura es una forma de vida, un refugio, una cuestión de principios y una prueba fehaciente de que, aunque crezcas, la magia sigue existiendo.

Poco a poco te haces mayor. Los problemas van y vienen y necesitas escaparte a alguna parte donde dejar respirar tus pensamientos. La idea viene a tu cabeza rápidamente. Coges un libro y paseas hasta cualquier cafetería tranquila. Te acomodas. Abres el libro y te dejas perder en la historia y en el olor a café recién hecho. Es ahí cuando entiendes que la literatura es ese aire que necesitas, una vía para serenarte.

No importa que fuera haya un sol radiante. Si las páginas del libro que tienes entre las manos llueven, también lloverá a tu alrededor. Si tu protagonista llora, llorarás con él. Si ríe, sonreirás tan fuerte como si tuvieses delante a tu mejor amigo dándote la mejor noticia del mundo. Cuando un personaje muera, inevitablemente, morirás con él.

Gracias a ese libro que encontraste tirado en una estantería de cualquier librería aprendiste que la vida a veces se puede encerrar en una frase, en unas pocas palabras, o desarrollarse en un tomo de mil páginas del que no puedes despegar la mirada aunque se te cierren los ojos. Gracias a ese otro aprendiste lo que es la amistad, lo que duele el amor, la devastación de la guerra, la ilusión cuando encuentras un tesoro perdido.

Y por mucho que llueva, que pase el tiempo, que leas, seguirás siempre dando gracias infinitas a todos aquellos que se atreven, en un gesto de valentía y generosidad infinitas, a escribir, a plasmar sobre el papel palabras y más palabras. Palabras que son como espejos, que arañan como un cristal roto, pero que te curan con la misma ternura con la que una madre acuna a su hijo recién nacido.

Parafraseando a Arturo Pérez-Reverte, la cultura no soluciona las cosas, pero ayuda a sobrellevarlas. La literatura te da la vida y los libros te la salvan.