La Línea de Fuego

La fuga de talentos ya existía en la danza

Lucía Lacarra, Joaquín De Luz, Igor Yebra, Tamara Rojo, José Carlos Martínez, África Guzmán, Nacho Duato, Ángel Corella… ¿Les suenan? La mayoría de ellos no son conocidos en España para el gran público, pero en los países que los adoptaron y donde lanzaron sus carreras son estrellas, de esas que firman autógrafos por la calle y a la salida de los teatros. Estrellas de la danza, claro; un matiz que les hace ser conocidos o no, tener sueldos astronómicos o no.

Todos ellos (y muchos otros) tienen algo en común: tuvieron que emigrar muy jóvenes porque, pese a su excepcional talento, su país no les daba oportunidades de crecer profesionalmente en el mundo de la danza. Los sueldos de las escasas compañías nacionales por unas doce horas de trabajo al día eran ridículos. Fuera les ofrecían lo que aquí les negaban.

Tamara Rojo, nacida en Canadá pero criada en Madrid, es el perfecto ejemplo. Fue primera bailarina del Royal Ballet, directora artística del English National Ballet y, desde enero de este año, se ha convertido en la primera mujer y la primera española nombrada directora artística del San Francisco Ballet. También es doctora Cum Laude, con una tesis titulada «Perfil psicológico de un bailarín de alto nivel». Rojo ha sido una de las voces más críticas que se han elevado contra la falta de apoyo a la danza en España y sobre esa paradoja que se da en España: los bailarines españoles reciben muy buena formación, hay muy buenas escuelas y muy buenos profesores, son muy valorados en el extranjero, pero aquí no hay espacio, recursos ni apoyo para todos ellos.

Eso también lo sabe Joaquín De Luz, también madrileño, que, como Rojo, pertenece a esa generación de bailarines que se formó en la prestigiosa Escuela Víctor Ullate. Formó parte de su compañía durante muchos años hasta que aterrizó en el Pennsylvania Ballet y posteriormente en lo que fue su hogar durante muchos años: el American Ballet Theatre, donde fue solista. Fue bailarín principal del New York City Ballet y actualmente es director de la Compañía Nacional de Danza.

En el otro lado de la moneda, están aquellos que apostaron incluso por llevar adelante una compañía en España. Nacho Duato regresó para devolver a su país algo de lo que había aprendido en el extranjero. Dio esplendor a la Compañía Nacional de Danza con un elenco y un repertorio neoclásico y contemporáneo que despertó tanto pasiones como detractores.

Pero si alguno de ellos destaca por criticar la situación de la danza en España es Ángel Corella, quien siempre ha intentado sacar adelante proyectos en su país: una escuela, una compañía… proyectos que no llegaron a buen puerto. Corella siempre ha incluido España en sus giras con el American Ballet. “Hacer una compañía de danza clásica en España es una locura, porque la danza no es que sea el patito feo, es que es el patito inexistente”, declaraba al diario ABC en 2014, con motivo de su retirada.

Y es que no es cuestión de unas pocas estrellas: en cualquier elenco de cualquier compañía del mundo, grande o pequeña, habrá al menos tres bailarines españoles. En España, la formación es exigente, la técnica impecable; a todo eso se añade que los bailarines españoles suelen tener una expresividad especial. Por ello, las compañías internacionales se los rifan.

Ángel Corella.

Ángel Corella.

Probablemente les suene todo esto. La emigración masiva de jóvenes talentos, la famosa fuga de cerebros: el mundo de la danza lo lleva viendo desde hace años. Para ellos no es nuevo. Y es lo que se dice siempre: emigrar es fantástico, aporta experiencias y conocimiento, pero lo triste es no tener opción de quedarse.