La Línea de Fuego

Las mujeres escondidas en la generación beat

“Hubo mujeres, estaban allí, yo las conocí, sus familias las encerraron en manicomios, se les sometía a tratamientos por electrochoque. En los años 50 si eras hombre podías ser un rebelde, pero si eras mujer, tu familia te encerraba. Hubo casos, yo las conocí. Algún día, alguien escribirá sobre ellas”.

ruth weiss

Son las palabras de Gregory Corso, uno de los exponentes de la generación Beat, en una conferencia en 1994 en el Instituto Naropa, donde le preguntaron por qué no hubo mujeres en la generación Beat.

Los nombres que han quedado para la posteridad de esta generación marcada por el inconformismo político y moral son sobre todo masculinos. Jack Kerouac, Allen Ginsberg, Neal Cassady, William Burroughs, Lucien Carr… Pero, aunque silenciadas por la historia, también hubo mujeres.

Elise Cowen, Joanne Jyger, Carolyn Cassady, Brenza Frazer, Leonore Kandel, Diane di Prima, Denise Lavertov, ruth weiss, Janine Pommy Vega, Hettie Jones, Anne Waldman o Joyce Johnson son algunos de los nombres de una actitud beat que anticipaba el movimiento feminista y que cambiaron la vida de Bob Dylan, como de tantos otros.

Los temas que ellas trataron fueron los mismos que sus compañeros de generación: la espiritualidad, las filosofías orientales, la alteración de la conciencia, el jazz, la escritura automática, pero no pudieron darles la misma salida. Que una mujer se echase a la carretera y diese rienda suelta a su creatividad era prácticamente imposible, así que muchas de estas autoras hicieron de su vida doméstica un espacio de libertad que les sirvió de molde para su forma de hacer literatura.

Por lo general, fueron autoras prolíficas y los textos que han llegado hasta nuestros días -aunque de forma tardía en su mayoría- son generalmente prosa. Joyce Johnson publicó en 2008 Personajes secundarios(Libros de Asteroide), una biografía en la que cuenta la generación Beat desde el punto de vista de las mujeres, relegadas a un segundo plano detrás de sus compañeros. La propia Johnson siempre estuvo a la sombra de Kerouac, del que fue pareja sentimental durante dos años, y siempre se la relaciona con el nombre del autor de On the road pese a que su propia obra literaria ha sido incansable.

Denise Lavertove

Por otro lado, otras como Diane di Prima también dejaron huella de su paso por esta generación en textos como Memorias de una beatnik (El Aleph, 1999) y Carolyn Cassady, esposa de Neal Cassady, hizo su propia versión de la obra de Kerouac.

El pasado 2015, la poeta y traductora Annalisa Marí Pegrum reunió algunos de los textos de estas autoras caídas por obligación en el olvido en la antología Beat Attitude, siendo la primera vez que algunos de los poemas de estas mujeres beat han sido traducidos al castellano. En él se ven los retazos de esa generación beat pasada por lo doméstico, versos que no dejan indiferentes.

«En la pared de la cocina un destello
de sombra:

veloz peregrinaje

de palomas, una celebración del aire,

los desiertos del cielo en espiral.”
(El mundo afuera, Denise Lavertov)

Denise Lavertov escribía “pero para nosotros la carretera/ se despliega, contamos/ las palabras en nuestros bolsillos, nos preguntamos/ cómo será la vida sin ellos, no/ nos detenemos, sabemos / que el camino será largo, a veces/ nos da por pensar que el viento nocturno/ huele a mar…”. La carretera, de nuevo, como modo de vida.

Leonore Kandel fue la única mujer que leyó desde el escenario del mítico Human Be-In Festival de San Francisco en 1967 junto a Allen Ginsberg, Timothy Leary y Michel McClure. Su primer libro, The Book Love(1966) fue acusado de obscenidad y confiscado en las librerías, pese a lo cual no se pudo evitar el incremento de ventas. Kerouac la inmortalizó en una escena de Big Sur, donde escribió “es inteligente, ha leído mucho, escribe poesía, es estudiante del Zen, lo sabe todo…”.

Escribió al amor y a la iluminación Zen, pero también a los caídos de su generación, tal como hiciese Ginsberg con Howl, en su poema ‘Pequeño rezo por los ángeles caídos’.

“demasiados de mis amigos son yonkis
demasiados de mis parientes psíquicos tatúan revelaciones invisibles sobre sí mismos
firman sus manifiestos por la conciencia etérea con pequeñas
cicatrices en forma de pezuña de caballo que se despliegan sobre la yema de los dedos
una religiosidad sangrienta afín al collar sagrado de cincuenta cabezas humanas de Kali

[…]

a demasiados de mis amigos se les está agotando la sangre, sus venas
están colapsadas, les lleva media hora colocarse
su sangre susurra y atraviesa sus cuerpos, cantando su propio canto mortal
con voz de fuego, con voz glacial, con voz de una arena que sopla
hasta el infinito
sobre el vacío”

El de Elise Cowen es quizás uno de los casos más extremos en la represión de la época. Fue brevemente amante de Ginsberg y posteriormente compartieron piso junto con Peter Orlovsky (pareja de Ginsberg) y la pareja de entonces de Elise, Sheila. Cowen acabó con su vida, tras sufrir problemas psiquiátricos (o al menos eso es lo que se dijo) saltando por una ventana cerrada de la casa de sus padres. Estos, intentaron destruir todos sus escritos por miedo a referencias a las drogas y a sus experiencias lésbicas.

Sólo sobrevivieron los que se habían publicado en revistas literarias y un cuaderno que se salvó de la destrucción. Entre ellos, destaca uno llamado ‘Muerte, ya llego…”

Elise Cowen

“Muerte, ya llego
espérame.
Sé que estarás
en la estación de metro
cargado de botas de agua, chubasquero, paraguas, pañuelo
y una respuesta sencilla
para cada significado”.

Diane di Prima fue una de las autoras más activas de la época y de las que pudo lanzarse a la carretera. En la segunda mitad de los sesenta, atravesó Estados Unidos participando en todos tipo de eventos contraculturales. Además, tuvo que enfrentarse a cargos por obscenidad por la revista que fundó junto con Amiri Baraka, The Floating Bear.

Los escritos de di Prima han sido quizás algunos de los que más resaltaron el feminismo. Habló de su marido, del matrimonio, de sexo, de poesía. “soy mujer y mis poemas/ son de mujer: fácil/ de decir”. Incluso en 1964 se atrevió a hablar de la menstruación: “¿Cómo perdonarte esta sangre/ que no había de fluir de nuevo, sino fijarse feliz en mi vientre/ para crecer, y hacerse hijo?”. Además, practicamente todos sus poemas hacen alusión a esa vida familiar en que se refugiaban las mujeres beat y a partir de la cual establecieron su forma de hacer literatura.

“Cielo
cuando te abras paso
encontrarás
una poeta, apenas la opción ideal.

No puedo prometerte
que nunca pasarás hambre
o que no estarás triste
en este mundo
descuartizado
y reducido a cenizas

pero puedo enseñarte
cielo
a amar tanto
que tu corazón se rompa
por siempre jamás”

(Nana para un bebé, nonato)

Diane di Prima en un recital.

Hetie Jones también defendió las posibilidades igualitarias de las mujeres y los hombres, la filosofía de la carretera como modo de vida. En ‘Conductora temeraria’, además, da una lección a las jóvenes mujeres para que sigan su camino. “así que jóvenes mujeres/he aquí el dilema/ en él la solución:/ siempre he sido a la vez/ tan mujer como para derramar lágrimas de evolución/ y tan hombre/ como para conducir mi coche en cualquier dirección”.

ruth weiss es quizás la que más se sale de la norma de la generación Beat en cuanto a sus orígenes. Nació en una familia judía en Alemania antes de la Segunda Guerra Mundial, de donde consiguió escapar junto con su familia a Estados Unidos. Para alejarse de su lengua materna, el alemán, dejó de utilizar las mayúsculas, ya que en este idioma todos los sustantivos se escriben así. weiss siempre ha defendido la oralidad de la poesía y ha participado en recitales improvisados a ritmo de jazz, su mayor inspiración, llevando la poesía a su máxima expresión es escena.

“existe un punto
donde el rescate último
del amor es posible
existe ese punto duradero
que el alto amor llama
una sombra de gato
sobre la pared”

Por regla general, estos escritos sólo se han publicado muchos años después, tras recopilarlos de revistas agotadas o en ediciones difíciles de encontrar. Muchas de estas mujeres siguen actuando y dando clases, escribiendo y recitando poesía. Pero más allá de eso, su espíritu de libertad, sus ansias por ser igual que sus compañeros, de enfrentarse a una sociedad que las ninguneaba, siguen vivos en nosotras.