La Línea de Fuego

Brasil también es literatura

Si le preguntan por autores latinoamericanos, ¿qué nombres citaría? Gabriel García Márquez (México),Gabriela Mistral (Chile), Mario Vargas Llosa (Perú), Pablo Neruda (Chile), Jorge Luis Borges (Argentina), Julio Cortázar (Argentina), Isabel Allende (Chile), Roberto Bolaño (Chile) … ¿Dónde está Brasil en esa lista? ¿Es que la literatura latinoamericana sólo se escribe en castellano?

La literatura brasileña ha dado buenos frutos pero poco conocidos para el gran público. Antonio Machado de Assis (de nombre verdadero Joaquim Maria) es el primer novelista brasileño célebre y el fundador de la Academia Brasileña de las Letras. Su influencia realista dará luz a un grupo notable de escritores brasileños contemporáneos, desde Jorge Amado a Guimarães Rosa.

Decir que Jorge Amado es el García Márquez brasileño sería menospreciarlo, pues merece un calificativo propio, pero quizá sea la definición que más se le acerque. Es el más leído y el más popular, sin duda. Su novela más popular, Gabriela, clavo y canela, está llena de un realismo mitológico (que no mágico), un colorido, unas descripciones tan vivas de los personajes y de su entorno, que atrapa al lector y no lo suelta hasta bien después de haber finalizado el libro. Amado es conocido por su prolífica obra (sobre todo novelas, pero también poesía, relatos y teatro) y por su compromiso social. En sus historias mezcla las críticas a ciertos grupos de la sociedad o de la política con romances y referencias culturales y mitológicas.

Ese fuerte compromiso le supuso la cárcel y el exilio. Como señala Ernesto Calabuig en un reportaje para El Cultural, “sus primeras novelas, de corte social, militante, casi proletario, traían al primer plano las penalidades de los albañiles, costureras o prostitutas en el corazón de la ciudad: Salvador de Bahía”. El lector encuentra en sus novelas historias de amor, de traición política, de pobreza… Relata incluso en ocasiones el progreso de las ciudades.

Otro autor celebrado, aunque menos conocido, es João Guimarães Rosa, originario del estado de Minas Gerais. Era médico, diplomático y escritor, y a lo largo de su vida combinó su obra literaria con su actividad como médico y como diplomático. Es un escritor innovador en su época, introduce nuevas expresiones e incluso nuevas palabras o en lenguas extranjeras. Sus historias interpretan la realidad de una forma mítica y espiritual, incluso psicológica.

Al frente de la vanguardia literaria brasileña de los años 30 y 40 está Mario de Andrade, poeta modernista. Aunque la mayor parte de su obra es poesía, también hizo incursiones en la narrativa. Para muchos fue el pionero del modernismo brasileño.

Del regionalismo a la novela contemporánea

El regionalismo tiene una importancia clave en la literatura brasileña de los siglos pasados; de ahí que las distintas regiones del país dieran escritores con diversas características. En el caso del norte, de allí salieron, entre otros, Jorge Amado, Graciliano Ramos, Gonçalves Dias y Rachel de Queiroz. Ramos fue también periodista y víctima de la represión, por la que fue a la cárcel, período que reflejó en una de sus novelas más populares, Memórias do Cárcere.

Rachel de Queiroz es una de las pocas mujeres que han sido recordadas por la memoria literaria brasileña. Fue traductora, crítica, dramaturga, periodista, y una pionera: la primera mujer miembro de la Academia Brasileña de las Letras. Su gran pasión era el periodismo, a lo que dedicó la mayor parte de su vida, pero su producción literaria es notable. Fue también la primera mujer galardonada con el Premio Camões, el galardón literario más importante del país.

Si damos el salto a la literatura actual, encontramos una vuelta de tuerca: los escritores brasileños cuentan historias globales, alejadas del regionalismo y de las miras puestas en la propia cultura que dominaba la literatura brasileña hasta ahora. “La nueva narrativa brasileña podría estar ambientada en París, Londres y Madrid, y de hecho lo está”, señala Cecilia Ballesteros en un reportaje del diario El País. Todavía parece pronto para caracterizar a la nueva generación de escritores brasileños. De momento, podemos disfrutar de sus historias, sin más.