La Línea de Fuego

Una más, una menos

Una de cada tres mujeres en la Unión Europea ha sufrido algún tipo de violencia machista. Ya hemos escuchado todos los tipos de argumentos posibles y también hemos leído todos los tipos de artículos posibles sobre el tema. No venimos a romper ninguna lanza ni a iniciar ninguna lucha.

La realidad es que, en mayor o menor medida, cualquier mujer ha sufrido algún tipo de violencia machista, obviamente no ha sido física en la mayoría de los casos porque la violencia física es el extremo del machismo, la punta de un iceberg que esconde desde el control sobre todo lo que hace la mujer, como viste, con quien habla y sobre todo con quien no habla. Sólo en algunos casos acaba en violencia física, por eso muchas mujeres sufren violencia machista y no son conscientes de ellos, esos celos tan enfermizos de tu pareja son violencia machista, no una muestra de amor romántico de lo mucho que te quiere.

El problema radica en que esta violencia psicológica puede y suele acabar en la física. Con tanto control, la mujer acaba sintiéndose un cero a la izquierda. Por eso en muchas ocasiones considera que merece la violencia que recibe, o que es normal que su novio tenga celos porque, claro, no debería hablar con ningún otro hombre de este mundo ya que podría provocarle. La mujer termina entrando en una espiral de decandencia de la que cree que no podrá escapar. Denunciar es un paso muy complicado, más en un país donde el maltratador acabará en la calle con una simple orden de alejamiento que es muy fácil de quebrantar. Por otro lado, es muy difícil poder demostrar la violencia psicológica o el control, ya que son comportamientos muy arraigados en la sociedad actual que no dejan marcas físicas.

A los maltratadores se les suele pintar como hombres trastornados, locos, violentos de por sí. Sin embargo, esta violencia ha estado no solo legitimada por la sociedad durante mucho tiempo sino que ha llegado a ser legal (y aún lo es en gran parte del mundo) que el marido pegue a su mujer porque esta no era más que una propiedad suya.

Muchos critican que cuando se habla de violencia de género solo se mencione a los hombres que matan a sus parejas y no a las mujeres que matan a sus parejas. Se habla menos de las mujeres que matan a sus maridos porque son muchas menos que los maridos que matan a sus mujeres. Además, por desgracia, en este país los medios tratan la violencia de género con miedo, ya que las mujeres no son asesinadas por sus maridos sino que son «encontradas» o «halladas» muertas presuntamente a manos de sus parejas. Nunca los medios respetaron tanto la presunción de inocencia como en este caso.

En la encuesta Eurobarómetro publicada este año al respecto, un 59% de los que respondieron consideraron que la violencia contra las mujeres es la cuestión de género que debe abordarse con mayor urgencia. En este sentido, la Unión Europea no sólo aborda la violencia sexual y de las relaciones personales o violencia doméstica, que es la idea a la que más se alude cuando se habla de violencia contra las mujeres, sino a otro aspecto de esta violencia que por lo común está más alejado de esta idea: la trata de seres humanos, teniendo en cuenta que el 80% de las víctimas de trata registradas en la Unión Europea son mujeres y niñas, y que el número de víctimas de mutilación genital femenina asciende hasta unos 125 millones de personas.

Lo que es indiscutible es que la raíz de la violencia de género, como la raíz de cualquier violencia, siempre está en la sociedad en la que nace, en este caso, en una sociedad machista. En un machismo que hay que erradicar y combatir, desde todos los frentes, empezando por el cotidiano, y sin más prejuicios, etiquetas, restricciones de términos ni armas arrojadizas en período electoral. Ahora que las elecciones se acercan todos los partidos tienen en sus programas (si esos textos que luego pocos cumplen) alguna medida para erradicar una violencia que se ejerce contra más de la mitad de la población.

La solución del problema puede radicar en algo tan simple y tan complicado a la vez como la educación. Educar a la sociedad en la igualdad acabará con todo. Pero esta enseñanza no debe decir a las niñas que tienen que deben tener cuidado de no ser violadas o que no deben permitir que su pareja sea celosa. Esta enseñanza debe decir a los niños que no tienen derecho a violar a las mujeres ni a controlarlas porque las mujeres son sus iguales.